Proyecto de nación
Por Ricardo Homs
Los tiempos políticos actuales han estado focalizados en la renovación de cargos de elección popular, principalmente la renovación de la presidencia de la república en 2024.
La contienda por la nominación del candidato, -dentro de Morena-, domina la agenda pública, distrayéndonos de los apremiantes problemas cotidianos que afectan en su vida privada de los mexicanos.
Antes, -en los tiempos hegemónicos del vilipendiado PRI del siglo XX-, se les denominaba “tapados”, en alusión a que la nominación del sucesor era una atribución del presidente en turno, derivada de usos y costumbres políticas y el presidente determinaba en sus tiempos quien sería su delfín. El partido simplemente validaba la decisión presidencial.
Hoy, -en la era “de las corcholatas”-, el procedimiento es el mismo.
El presidente preselecciona a los participantes y supuestamente el partido designa al afortunado con base en una encuesta pública que será convocada por Morena.
Sin embargo, la percepción pública da por sentado que la “corcholata” seleccionada por el presidente, estará en la boleta electoral, pues la encuesta es una simple formalidad para validar el deseo presidencial.
Y por otra parte, la oposición apenas va decidiendo los mecanismos para la selección del candidato.
Lo anterior pone de relieve dos asuntos que describen nuestra realidad:
Primeramente, que este es un país de caudillos. La decisión de quien guiará los destinos del país, se centra en la persona de quien hoy ejerce el poder.
De este modo vemos que nuestro modelo sociopolítico es paternalista, lo cual significa que se sustenta en un liderazgo autoritario fuerte, que actúa sobre la base de premiar la lealtad incondicional y castigar la disidencia.
Por tanto, el rumbo del país se sujeta a la visión unipersonal del caudillo, quien decide qué es bueno para el país y el pueblo aplaude. Esto significa que él caudillo asume, -y así lo hace creer al pueblo-, que él ha interpretado los deseos profundos de la colectividad y se ha convertido en su vocero y representante.
Por ello vemos que hasta el día de hoy, cada mañana se define la agenda pública de corto plazo, sustentada solamente en la visión personal del titular del Poder Ejecutivo. Esto nos explica por qué no existe más visión de futuro, mas que ir desarrollando día a día, un presente.
Sin embargo, en un modelo democrático, la ciudadanía es la que decide cual es la visión de país que quiere construir y a través de procesos electorales elige a quien encabezará al gobierno que ejecutará ese mandato ciudadano. Por algo, se denomina “Poder Ejecutivo”.
A partir de esta reflexión podemos caer en la cuenta de que en el México de hoy nos estamos alejando del modelo democrático, pues nos hemos enganchado en la visión política tradicional de centrarnos en la búsqueda del caudillo y lo que prevalece en el entorno político actual es una contienda por imponer al caudillo que detentará el poder absoluto para definir el rumbo que debe seguir el país.
Por ello se hace necesario que de la misma ciudadanía surja un proyecto de nación que marque las directrices para construir ese país que queremos legar a las nuevas generaciones.
Primero debe estar preparado el proyecto de nación y después definir quien lo llevará a cabo, encabezando el Poder Ejecutivo.
El proyecto de nación debe definir las directrices económicas, sociales y políticas.
Dentro de las directrices sociales deben incluirse las educativas, de salud y sobre todo, -para el contexto actual que vive México-, las de seguridad pública y justicia.
Por ello… primero el proyecto y después el candidato.
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