COLUMNISTAS

Narrativas políticas y contexto

 

Por Ricardo Homs

Hoy la narrativa representa el 100% de la vinculación entre la ciudadanía y los líderes políticos que gobiernan.

Entendemos que una buena narrativa puede dar grandes significados emocionales a acontecimientos cotidianos que si no se destacasen, hasta podrían pasar desapercibidos.

También que una buena narrativa impacta las percepciones públicas en la medida de la credibilidad de quien la construye.

De este modo vemos que la gente se aferra a la versión de sus líderes y aún con evidencias en contra, inclina su balanza a favor de quien tiene su confianza.

De este modo se construyen los mitos y leyendas que dan vida a la historia universal y a la de México en concreto, a partir de asignar roles de héroes y villanos a los protagonistas, según la versión e intereses de quienes detentan el poder al momento.

Las versiones que son contadas verbalmente de generación en generación, -a lo largo de los siglos-, han dado pie a la historia que hoy conocemos, totalmente distorsionada e injusta.

Sin embargo, no sólo la historia se construye con narrativas que distorsionan los hechos, sino también la política actual, a partir de la influencia que aporta el acceso mediático.

De esta forma surgen las mentiras de la 4T que son capaces de calificar como “traidores a la patria” a los legisladores que, haciendo uso de las facultades constitucionales de la encomienda para la que fueron electos, son señalados y pretenden ser denunciados penalmente por Morena porque se atreven a contravenir las instrucciones salidas de Palacio Nacional.

Esos mismos legisladores que hoy pretenden denunciar penalmente a sus pares de legislatura, -pero que son integrantes de las bancadas de oposición-, cada año rinden homenaje a Belisario Domínguez, -el legislador chiapaneco opositor al presidente Victoriano Huerta-, asesinado y torturado por órdenes de ese dictador que hoy está en el basurero de la historia de México.

Es incongruente que esos mismos legisladores morenistas que se ostentan como liberales y patriotas, sean los mismos que hoy repiten el mismo rol represor en contra de sus compañeros porque votaron en contra de una reforma impulsada directamente por el presidente.

Esta narrativa patriotera que convierte a esos legisladores en “traidores a la patria”, es la que destruye nuestra democracia.

Vivimos hoy bajo la influencia de las percepciones, -no de las realidades-, en un mundo que cada vez más se aparta de los dictados de la razón para dejarse dominar por la tiranía de las percepciones emocionales, las cuales son manipuladas por las narrativas sustentadas en el carisma del líder que las promueve.

Si algo define a este gobierno de la 4T, -a diferencia de los anteriores-, es que los de antes centraban sus objetivos y su atención en desarrollar proyectos de administración pública que nacían de las necesidades de los ciudadanos, a partir de la auscultación local.

Sin embargo, debemos reconocer que los resultados fríos, -sustentados en la eficiencia, que era el eje del compromiso de gobiernos anteriores con la ciudadanía-, carecía de sensibilidad social.

En contraste, hoy se gobierna a base de declaraciones y promesas que rayan en la fantasía y la demagogia, -sin sistema-, con base en ocurrencias que no tienen viabilidad.

En este gobierno se consigue la paciencia ciudadana a base de narrativas de héroes y villanos y a punta de confrontación y conflicto, lo cual nos divide.

Realmente hoy carecemos de un proyecto de país a largo plazo, pues lo único que tenemos es la narrativa ideológica orientada a la destrucción de las instituciones para centralizar el poder político, sí como la obsesión por cristalizar los tres proyectos personales del presidente: el aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. Más allá de eso, no hay nada.

Son las tres obras faraónicas con las que el presidente quiere pasar a la posteridad. Sin embargo, se ha descuidado el mantenimiento de la infraestructura física del país y la obra pública cotidiana, -esa que beneficia a las comunidades diseminadas a lo largo y ancho de nuestro territorio-, pues todos los recursos federales se canalizan hacia estos tres megaproyectos.

La destrucción y confiscación de todos los fideicomisos confirman esta visión.

¿Cómo se mantiene en paz al país pese a los malos resultados económicos y la inseguridad?, pues con la demagogia de las narrativas de lucha de clases y confrontación social.

Lo que no ha entendido el presidente de la república es que el contexto social y político del mundo ha cambiado a partir de la globalización y las redes sociales y su personal visión de país responde a un México tradicionalmente aislado y cerrado a través de fronteras invisibles que daban autonomía a los gobernantes a través de modelos autocráticos de gobierno como caracterizaron a las administraciones de los presidentes Echeverría y López Portillo, contexto que permitió nacionalizaciones, -o más bien estatizaciones-, como la que realizó este último con la banca.

Sin embargo, hoy los tratados comerciales y los organismos globales que permiten mediación en los conflictos entre los países restan autonomía a los gobiernos locales, pues las nuevas reglas implican gobernar con visión global.

Hoy los capitales globales se mueven respaldados en la certeza jurídica de los tribunales internacionales y la pretendida reforma eléctrica afectaría los compromisos firmados con el T-Mec, así como los anteriores.

Podríamos concluir en la necesidad de que este gobierno se oriente más hacia la búsqueda de resultados y deje de lado las narrativas de confrontación y lucha de clases antes de entrar en un camino sin retorno. Las narrativas ideológicas con visión localista y patriotera están generando desconfianza alrededor del mundo y eso terminará impactando negativamente la economía de México afectando la vida de las familias mexicanas.

Vladimir Putin no supo entender este nuevo contexto y creyó que podría resolver sus ambiciones territoriales con Ucrania, -un país al que considera el patio trasero de Rusia-, a la vieja usanza y hoy se encuentra confrontado con los principales países líderes del mundo occidental en una guerra no sólo militar, sino económica, cuyas repercusiones aún no logramos dimensionar.

 

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