Guerra dentro de Morena
Morena está en guerra. No contra la oposición. Ni siquiera contra el “neoliberalismo” que tanto invoca en un discurso cada vez más incongruente y desgastado. Está en guerra consigo mismo.
Esa guerra se libra en pasillos, redes sociales y hoteles de lujo, y ya empezó a definir quién manda, quién cae y a quién se exhibe.
El verano de 2025 será recordado como el de los viajes de la “nueva nobleza guinda”. “Andy” López Beltrán fue captado en Tokio, hospedado en un hotel de cinco estrellas, “relajándose” con compras en boutiques de lujo. Mario Delgado, secretario de Educación Pública, disfrutando de Lisboa. Y el líder de los diputados de Morena, Ricardo Monreal, viviendo la “vida loca” en Madrid junto con su amigo el multimillonario “obrero” Pedro Haces.
Tampoco hay que olvidar que, tras intentar humillar y acallar a una ciudadana traficando influencias en el Tribunal Electoral federal, el infame diputado federal de Morena Sergio Gutiérrez Luna y su esposa fueron, además de hechos trizas en las redes, exhibidos en medios en la opulencia en la que viven, con mansiones, joyas, ropa y accesorios de marcas exclusivas y altos costos que nadie del “pueblo” que los mantiene, se puede dar el lujo de costear.
Todos, supuestamente, usando recursos propios (¿Pues cuánto ganan en sus encargos públicos?). Todos, aparentemente sin violar la ley. Pero absolutamente todos, violando el discurso de la “austeridad” que ha sostenido al obradorismo en lo simbólico y que es evidente que solo se trata de una mera y vergonzosa simulación.
Lo anterior forma parte de la disputa interna de Morena rumbo a 2027 y no se trata de una contienda ideológica, como quisieran hacer creer a los incautos. Tampoco están detrás sus “adversarios” de la inexistente oposición, esos fantasmagóricos “conservadores” que no son capaces de hilar un discurso coherente. Menos los van a estar persiguiendo por el mundo, cuando todo el poder lo concentran ellos.
Es una lucha por el control del aparato, por las próximas candidaturas y por el futuro del ejercicio del poder. El exhibido Ricardo Monreal –que se quejó de sentirse “acosado” como nunca- lo dijo sin rodeos: “la mayor amenaza para Morena es su propia fragmentación”.
Un ejemplo claro es el desplome de Adán Augusto López. El exsecretario de Gobernación, exgobernador de Tabasco y exaspirante presidencial enfrenta lo que quizás constituya el fin de su carrera política. Su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez, está prófugo, acusado de liderar una red criminal ligada a la delincuencia organizada en paralelo a su función en el gobierno estatal del “hermano” del expresidente Andrés Manuel López Obrador. El todavía coordinador de los senadores de Morena es hoy, políticamente, un muerto viviente. Un lastre, del que más temprano que tarde tendrán que deshacerse.
Hay una evidente fractura en el régimen. No solo por las ambiciones personales que tienen puesta la vista incluso hasta 2030, sino por la naturaleza misma de Morena: un organismo que no opera como partido, sino como secta mesiánica, nutrida de “tribus”, exiliados políticos, una gran cantidad de oportunistas y algunos militantes genuinos y radicales, que como su antecesor directo, el PRD, nunca ha institucionalizado sus mecanismos de decisión.
Hay un elemento en común entre los “viajeros” de la “4t” y el senador caído en desgracia: todos disputaron, se impusieron, desafiaron y hasta ningunearon a la hoy presidenta Claudia Sheinbaum.
Por si aún tienen duda de dónde provino la “balconeada”.
Temporada de zopilotes
En Veracruz se traen su propio pleito. En medio de su campaña de autopromoción para levantar su alicaída imagen, la gobernadora Rocío Nahle salió a declarar que, al igual que a nivel nacional, en el estado es “temporada de zopilotes”, en alusión a las críticas que ha recibido en las últimas semanas.
Pero no se refería solo a los señalamientos mediáticos, sino a los que provienen de dentro. Más concretamente, los del senador Manuel Huerta, que la trae de encargo con detracciones que ya quisiera atreverse a hacer algún dirigente de los partidos de oposición.
Se llevan pesado.