Un pueblo que no supo expresar su sentir, pero que dejó en claro sus emociones
¿Cómo pedirle justicia a la justicia, cuando el verdugo —entiéndase el electorado— coloca los pesos de la balanza coludido por la misma?
Explico: una vez que permitimos darle el pase de entrada a determinado color partidista, éste, lejos de gobernar, se preocupa más por su permanencia en el poder y por seguir jugando a la política ficción a la que ya nos tienen acostumbrados.
Cuando la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, junto con la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, visitó Poza Rica tras la inundación del pasado 10 de octubre, pude dar fe del malestar ciudadano y de la inconformidad vivida en una pequeña reunión improvisada en la entrada de la colonia Ignacio de la Llave. Debo insistir en algo: sesgados por defender lo indefendible, “aliados de la 4T” inventaron historias de que los insultos que recibieron las autoridades aquella mañana eran reclamos partidistas, provenientes de organizaciones sociales y hasta de alborotadores. Que les quede claro: nadie de los que estábamos ahí fuimos sembrados; eran legítimas mentadas de madre por parte de los vecinos frente a la inacción de un gobierno ante la crisis, y no se trataba de ningún circo.
Sin embargo, frente a la infodemia, algunos de estos reclamos terminaban en lo absurdo, producto del desconocimiento de lo que verdaderamente está pasando en la ciudad. Muchos se dejaban guiar por un genuino sentimiento de culpa, aunque nublado por el coraje. En algunos casos, la razón y la cordura no estaban presentes en las exigencias. Le gritaron a Sheinbaum y a Nahle incoherencias, lejos de exigirles apoyo en tareas de coordinación para sacar adelante a la ciudad.
Fue el claro ejemplo del valor de un pueblo que no supo expresar su sentir, pero que dejó en claro sus emociones. Esa fue la única diferencia con lo acontecido este fin de semana, tras la nueva ola de reclamos dirigidos a Sheinbaum Pardo y al gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, por el asesinato de Carlos Manso, alcalde de Uruapan.
Pasó lo que nunca: una ciudadana abofeteó al gobernador en medio de una oleada de reclamos, exigiendo justicia por el atroz crimen. En ambas situaciones, la ciudadanía ha querido hacer valer su inconformidad a gritos y golpes. Se desahoga, pero no cambia nada.
El verdadero escarmiento que deben recibir nuestras autoridades llegará en 2027, cuando les hagamos entender al régimen que estamos cansados de las mismas prácticas de siempre y listos para sacarlos de la cúpula del poder si continúan faltándole al respeto a México.


