Pocos, pero bien contados
Por José Páramo Castro
Buena estrategia la del gobierno de la Ciudad de México al afirmar que sólo un millón 200 mil personas marcharon el 27 de noviembre por sus calles. Todos estuvieron de acuerdo, desde luego, también los participantes en la marcha de la amargura y el odio, del día 13.
La cantidad en tiempos de neoliberalismo donde el que más tiene es superior, es importante para quienes suman dinero en lugar de simpatías y mentiras en lugar de votos. Así, la cantidad expresada por las autoridades capitalinas, muy modesta por cierto, dejó a todos contentos, precisamente porque todos sabemos que fueron más. Muchos más.
Algunos conservadores quieren ver en el número de asistentes virtudes que no tienen los protagonistas del odio callejero, que, escudados en el anonimato de la multitud, esconden cobardemente sus consignas personales y las verdaderas causas de su presencia en las calles. Tienen razón, no saben de política y menos de leyes.
Así, para algunos, sobre todo para los medios, acostumbrados a encumbrar los avances de la derecha y hacer de sus derrotas victorias contundentes, el gobierno se aterrorizó al ver una marcha organizada contra el régimen, cuando en realidad hubo una gran diversidad de causas que motivaron a asistir a esa marcha a sus participantes. Eso sí, en todos estaba escondido el rechazo a la Cuarta Transformación, eso nadie puede negarlo, así como tampoco la diversidad de sus consignas y aparente bandera democráticas.
Si realmente esa hubiera sido la cantidad de gente que asistió a la marcha del 27 de noviembre la derecha instalada en el calibrador de marchas por excelencia, hubiera protestado y gritando que eran menos. Pero como se anunciaron menos de los que asistieron, todo mundo en paz, aunque, en el fono, todos sepamos que fueron muchos más.
PELIGRO PARA CONSERVADORES
La organización social es para los regímenes autoritarios no solo una preocupación sino un peligro. Los conservadores los saben y creyeron poseer la estrategia adecuada para desgastar. Por eso, cuando se preguntan o cuestionan que se trató de una contra marcha, o una respuesta a la expresión de inconformidad de una clase media poco ilustrada, poco comprometida con su sociedad, poco ilustrada y nada solidaria.
A ninguno de los participantes de la marcha de la amargura les han quitado nada como para que se justifique la furia mostrada en todo momento. No han perdido más que la posibilidad de seguir cómodamente sentados sin saber lo que sucede, porque la realidad les era benigna. Ahora, que no saben qué pasa, se ven en la necesidad de salir a la calle para conocer la realidad porque les es insuficiente la información de los medios convencionales.
Es ahí, donde se marca otra diferencia entre las dos marchas, porque el 27 la gente fie también a encontrarse. A compartir alegrías, comprobar lealtades y reiterar solidaridad entre sus similares.
La visión de una marcha del odio organizada no sólo falta a la verdad, sino que contradice la historia. Los conservadores nunca se han organizado socialmente, están separados del grueso de la población y sus fragmentadas individualidades les impiden organizarse en sociedad. Son proclives a reunirse y defender, como sucede con la mafia, a la familia primordialmente. De ahí no pasan. Es decir, no traspasan las fronteras de sus consanguíneos para organizarse.
Buena estrategia, sin duda la de decir que la marcha del 27 tuvo menos asistentes de los que fueron, porque hay quienes prefieren vivir de mentiras que aceptar la verdad porque les duele y los frustra, por eso se enojan.
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