¡Que viva México!
Por Ricardo Homs
Esta película, -a la que el presidente llamó un “churro”-, es una sátira muy profunda a la nueva moral de la sociedad mexicana. Su capacidad descriptiva es rica en significados.
Es cierto que en esta película hay una crítica gubernamental, pero el cuestionamiento a la nueva moral social es demoledora. Describe una dinámica familiar detonada por la ambición, que se deriva de la herencia del abuelo, quien era propietario de una mina.
El beneficiario de este legado es el nieto que no vive en el pueblo, pues ya es un alto ejecutivo que labora en una empresa ubicada en la capital del país.
La visita de Poncho Reyes, -acompañado de su esposa e hijos-, al pueblo que él abandonó veinte años atrás en busca de una nueva vida, permite el reencuentro de Poncho con su familia original.
Este filme describe el contacto entre dos realidades sociales y económicas opuestas, lo cual genera resentimientos. A lo largo de esta narración cinematográfica los conflictos empiezan a aflorar hasta matizarse en violencia.
La ambición y la crisis de valores morales detonan acciones violentas que ponen en riesgo la vida y concluyen en un asesinato que detona una parodia de justicia a modo, en el ámbito municipal.
Sin embargo, la crítica social de esta película es demoledora. No hay mejor conducto para lograr la sensibilización colectiva, que el humor implícito en esta parodia. La crudeza descriptiva de esta película, -sin concesiones moralistas-, es su fortaleza.
México es un país sensible al humor y este filme puede detonar un movimiento revisionista de alta significación. Ver nuestra realidad cotidiana reflejada en la pantalla grande puede tener alto impacto colectivo, primero para sensibilizar y después para generar un movimiento social que equivaldría a un efecto terapéutico que ayude a cambiar nuestra realidad cotidiana.
Más allá de la crítica política que permite la victimización, esta película es una crónica de la vida cotidiana actual y la esperada respuesta de nuestro presidente, -en una mañanera, pretendiendo desacreditarla-, termina constituyendo un impulso promocional que fortalece el interés público por verla.
Juzgar la calidad cinematográfica se percibe innecesario a partir de reconocer en Luís Estrada a un director respaldado por una importante trayectoria fílmica, donde se combina talento y oficio.
La filmografía de Luís Estrada es relevante: La ley de Herodes, Un mundo maravilloso, El infierno y La dictadura perfecta, películas que han sido muy exitosas y reconocidas como obras maestras de nuestra cinematografía.
UN CRIMEN DE ESTADO
El fallecimiento de 40 sudamericanos en la estación migratoria de Ciudad Juárez, -del INM-, es total y absolutamente un crimen de estado.
Es la negligencia e insensibilidad del Estado Mexicano la culpable de estas muertes, por el trato inhumano que se les da a los migrantes indocumentados, pues las violaciones a los derechos
humanos son institucionales y por ello los funcionarios de bajo nivel jerárquico, aprovechan este contexto en su propio beneficio.
¿Y las responsabilidades políticas? ¿Por qué no estuvieron en la mañanera el secretario de gobernación y el de relaciones exteriores?… ¿Por qué tuvo que salir a dar la cara la secretaria de seguridad pública? ¿Será para no desgastarlos en sus aspiraciones presidenciales?
Esta tragedia pone en evidencia la actitud gubernamental insensible frente al fenómeno migratorio, -pues más allá de la retórica-, el sistema operativo del Instituto Nacional de Migración está viciado desde hace muchos años y este gobierno, -para beneficio de los funcionarios que hoy lo dirigen-, lo ha tolerado.
Castigar a los funcionarios que no abrieron la reja del centro de detención migratorio, no resuelve el problema ni impide que no vuelva a suceder.
La tolerancia a la corrupción que practican agentes del INM y policías municipales, estatales y federales sigue operando. Las denuncias tienen años y aún hoy continúan porque no hay voluntad política para frenarla. Este escándalo que costó casi 40 muertes representa la última llamada para una reestructuración del sistema migratorio.
La responsabilidad política de esta tragedia la evaden todos los involucrados. Cabe hacer la pregunta: ¿Cómo hubiera reaccionado frente a esta tragedia Andrés Manuel López Obrador si hoy no fuese presidente de México, sino líder opositor? ¿Qué renuncias estaría exigiendo?
Seguramente quienes pagarán por esta irresponsabilidad no serán los funcionarios que tienen la responsabilidad de brindar seguridad y respeto a los derechos humanos de los detenidos, sino los empleados del más bajo nivel jerárquico.
Las faltas administrativas que representan las violaciones a las leyes migratorias no justifican la detención arbitraria, que sucede continuamente, seguramente para practicar la extorsión.
Lo que sucedió en el centro de detención del INM puede repetirse en los centros penitenciarios de este país, totalmente sobrepoblados.
¿A usted qué le parece?
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