Resabios de las transformaciones
Por José García Sánchez
El país cambia a pesar de la oposición. Anteriormente se hablaba de cambio de rumbo cada sexenio, incluso de transformaciones pero no se movía nada. Es decir, se hacían grandes esfuerzos para que nada cambiara.
Sexenio tras sexenio nada se cambiaba, aunque pasara el poder a otro partido en la Presidencia de la República. La oposición en eso tiempos y trabajaba más que el gobierno, donde ser burócrata de mandos medios para arriba significaba prácticamente un día de campo cotidiano.
Cualquier modificación al modus operandi de la administración pública podría repercutir en la rutina de la población y eso no se lo hubieran perdonado los gobiernos conservadores multiplicadores de inercias. Transformar no sólo es cambiar el discurso y realizar reformas sino producir una manera diferente de ver y de pensar en el otro.
Sin embargo, a pesar de que este tipo de afirmaciones sobre la transformación, que van desde los filosófico hasta lo pragmático, es desdeñado por una oposición que no deja de alterar el orden de la percepción de la realidad. Así, desde esa observación ñoña asegura que en las tres transformaciones anteriores hubo muertos y en esta hubo muy pocos. En su tradicional rapiña consideran que los muertos de esta transformación fueron los muertos en el metro, en la estación de Migración de ciudad Juárez, y otros sucesos que anda tiene que ver con un proyecto político ni son su consecuencia.
Como si los niños de la Guardería ABC hubieran impulsado una reforma o transformación o los 72 migrantes de San Fernando motivaran algún cambio, tampoco los 43 estudiantes de la normal rural Isidro Burgos. Ambos casos en el sexenio de Calderón, época en la que quienes ahora se desgarran las vestiduras porque se castigue al director de Migración, callaron. Son los mismos.
Lo que debe preocuparnos es que en todas las transformaciones del país, en ninguna de ellas se acabó de exterminar el pasado que se atacó con ese gran esfuerzo social. Arrastramos el pasado como cadenas de esclavos. Tampoco podemos decir que haya transformación sin sociedad, y en ninguna de ellas ha habido la desaparición total de lo que se intentó sepultar con este tipo de acciones históricas.
CONSERVADORES Y LA COLONIA
Para nadie es un secreto que seguimos viviendo resabios de la Colonia, sobre todo en los segmentos conservadores de la sociedad, que a pesar de más de cinco siglos siguen pensando en que hay diferentes clases de mexicanos, son racistas, autoritarios, clasistas, y si por ellos fueran la Inquisición seguiría operando.
La nostalgia por la corona española es un hecho en los dirigentes de partidos como el PAN, porque todavía no caminan políticamente solos y ante cualquier alteración a su muy singular concepción del orden y la ley, acuden al rey de España para ver si éste puede corregir lo que en México no les gusta.
En cuanto a la segunda Transformación, la Guerra de Reforma, todavía vemos cómo la cúpula del clero católico intenta rescatar los intereses que le fueron propios antes de la llegada de Benito Juárez a la Presidencia de la República. Además, su participación en política de los sacerdotes católicos es cotidiana, su injerencia, lo que quiere decir que nada ha cambiado en algunos rincones de la religión católica ahora en franca decadencia en el país.
La otra transformación arroja también resabios muy importantes que todavía no puede sacudirse el país a pesar de que los aparentes logros dela Revolución Mexicana se enarbolaron como ideología de más de un partido político.
Se compartió, de manera relativa el latifundio en el campo, pero no se atacó el latifundio en las ciudades, donde hay propietarios de colonias enteras en todas las ciudades del país, con viviendas en renta, por la que no pagan impuestos. Los campesinos son un sinónimo de pobreza después de 100 años de haber sucedido la Revolución que se volvió revuelta ya hora sólo un escándalo con más de un millón de muertes.
El hecho de que haya una transformación sin sangre es un logro, pero nunca una descalificación. Estos cambios reales han sido responsabilidad de una sociedad que avanza a pesar de los resabios de todas esas transformaciones que acaban de apagarse y echan humo fétido en la historia de México.
La manera de ver la realidad del país de la oposición merece no sólo un estudio sociológico, incluso psiquiátrico, pero sobre todo desaparecer, para que resurja una oposición que sea digna del país en el que trabaja.