COLUMNISTAS

Berrinche marcelista

 

Por José García Sánchez

La falta de identidad ideológica de Marcelo Ebrard anunció, desde meses atrás, su rompimiento con su partido, a partir de una serie de descontentos que desde la perspectiva de los mexicanos estaba no sólo lejos sino fuera de la Cuarta Transformación. Con señales que eran inconfundibles de coqueteo con la oposición y rechazo abierto a Morena, la disidencia del ex secretario estaba telegrafiada.

Ahora Marcelo Ebrard pasa de estar inconforme a la disidencia de su partido, a saboteador del proceso de selección y finalmente un golpista con intereses particulares oscuros.

Su campaña en busca de la candidatura estuvo basada en las redes y en la visita a ciudades grandes, sobre todo en lugares cerrados y, de preferencia salones de hoteles de cinco estrellas. Los pueblitos no se incluyeron en su proyecto en busca de la campaña. Mala señal.

Al verse sin avances en las preferencias internas para la candidatura a la Presidencia dela república, y que se encontraba en tercer lugar de las encuestas se mostró tal cual es en una conferencia de prensa donde quiso aparecer como héroe y resultó ser un villano. Quiso mostrar congruencia y se vio incongruente, intento ser leal y se mostró como un traidor.

 

TODO CONTRA CLAUDIA

De no resultar ciertas las acusaciones que Ebrard imputa a la campaña de Claudia Sheinbaum podría ser denunciado por violencia política de género. Hay testimonios también del otro lado, acusando también de acarreo en actos a Marcelo.

El golpe de Ebrard contra Claudia no es contra ella sino contra el Presidente Andrés Manuel López Obrador, su berrinche no es contra el líder del partido sino contra López Obrador, su inconformidad mostrada, desde el principio, no es sólo la búsqueda de piso parejo sino exhibir a Andrés Manuel López Obrador. Así capitaliza con claridad la inconformidad social contra el presidente de forma sutil pero contundente y disfraza su tradición con la búsqueda de equidad entre las partes e igualdad de circunstancias para competir.

Así Marcelo tuvo buenos guardianes de sus secretos más oscuros, con los de Morena porque no podían atentar contra la unidad en Morena y descubrirlo; los de la oposición, siempre abrigaron la esperanza de tenerlo como líder o candidato y no iban a escupir para arriba denunciando aun futuro correligionario.

Su lado oscuro hasta ahora fue resguardado tanto por morenistas como por opositores. Cada uno tenía sus razones, los primeros porque podía ser su candidato y los segundos, por las msimas causas.

La falta de respeto por los compañeros para los que también pedía piso parejo en un principio, fueron evidente, su perorata era parte de un discurso para erigirse como ganador de la encuesta. Como cuando Luis XIV decía, hace 350 años, el Estado soy yo. O sea, Marcelo se adelantó a decir el Presidente soy yo.

Marcelo pensó que después de la conferencia con los medios tradicionales iba a haber una desbandada de legisladores morenistas. Nadie se movió. La apabullante respuesta de la población en los medios impidió una salida masiva de senadores y diputados hacia otro partido o hacia el limbo partidista que les sirviera de puente para llegar juntos a MC.

Esta misma reacción puede impedir que Marcelo busque afuera lo que no pudo obtener adentro y se quede en Morena ante la inminente derrota. Creyó Ebrard que la gente acudiría, de manera espontánea e inmediata a las calles para apoyar sus críticas al sistema de selección de candidato de Morena. Nadie se movió. Los líderes de las diferentes avanzadas se paralizaron mostrando su novatez política que les caracterizó desde un principio, y Marcelo se reconoció solo.

Al ver Marcelo que no prendió la furia de sus huestes, y sólo lo siguieron algunos diputados y no los 80 que había asegurado contar con ellos, decidió interponer una denuncia por delitos electorales, con Pio López Obrador a la cabeza, para azuzar a la gente a que tome las calles. Lo cual no sucede. Los legisladores no tienen gente tras de sí, no sólo se quedan solos son que son calificados de traidores.

La parte beligerante de Ebrard fue realizada con tanta torpeza como su campaña donde nunca encabezó actos multitudinarios, y sin ensuciarse los zapatos.

La tónica de sus palabras, el momento, el tiempo, el espacio, el discurso de Ebrard tienen la intención de hacer daño, no pueden adjudicarse intentos auténticos de transparencia cuando la diatriba antecede a los argumentos.


 

Twitter: @Josangasa3

 

 

 

 

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