INTERNACIONAL

Abandono de niños africanos enciende alarmas migratorias en Colombia

Bogotá.- La niña llegó a esta capital procedente de Estambul con sus padres el 7 de diciembre. Duró dos días con ellos en el área de vuelos internacionales del aeropuerto El Dorado, esperando para abordar un vuelo a El Salvador, última etapa de su camino a Estados Unidos, pero cuando abrió los ojos el 10 de diciembre, después de una fría noche en el terminal aéreo, se percató de que había sido abandonada por sus progenitores.

Nacida en Guinea (África), con apenas ocho años de edad y sin saber español, deambuló 10 días con sus noches, alimentándose con sobras que sacaba de la basura y con mendrugos que le regalaban otros pasajeros, escondiéndose en los baños o bajo las sillas metálicas de las enormes salas internacionales del aeropuerto, hasta que sus movimientos llamaron la atención de funcionarios de migración Colombia que descubrieron su situación.

Convertida en noticia nacional e internacional desde el pasado 18 de diciembre, esta niña cuyo nombre se desconoce, pasó a encarnar el drama que viven millones de familias decididas a cualquier cosa para llegar a suelo estadounidense, y encendió de nuevo las alarmas sobre las oleadas migratorias que sacuden al continente americano.

Cifras de organismos oficiales de Colombia calculan que por el llamado Tapón del Darién, frontera entre Colombia y Panamá, han pasado este año mas de medio millón de migrantes que luego usan Centroamérica como trampolín para acercarse a la frontera entre México y Estados Unidos.

Esta travesía infernal, que obliga a atravesar ríos furiosos y a caminar durante días por escarpadas trochas entre el barro, ha sido descrita por testigos como una versión selvática de la Torre de Babel, donde se funden lenguas de Asia, África, Europa y América cuyo único lenguaje común son los 10 mil dólares que deben pagar para llegar a territorio panameño.

Otro niño africano

Mientras la niña sin nombre proveniente de Guinea quedaba en manos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), el martes 19 los agentes de migración detectaron a otro menor, también de Guinea, que había quedado en idéntica situación.

De 13 años, el niño lucía una ropa raída, una precaria chamarra inadecuada para el frio bogotano y unas chanclas gastadas entre sus pies descalzos, y sólo atinaba a explicar con señas y voz entrecortada que sus padres habían seguido su camino sin él.

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