Chapulines buenos y malos
Cuando un partido se hunde corren a una embarcación más fuerte para sobrevivir y seguir cobrando del presupuesto
Por Ángel Álvaro Peña
Como si se tratara de una película la política tiene la mala costumbre de clasificar lo bueno y lo malo, como una manera de explicar sus propias limitantes, para evitar dar explicaciones, es la de dividir a la gente entre buena y mala. El que no es malo es bueno. No hay término medio.
Desde esta perspectiva es más fácil perder la memoria y a veces hasta la vergüenza. Porque ahora que salieron del PRD dos senadores electos, un hombre y una mujer, José Sabino Herrera y Araceli Saucedo a militar en Morena. Los analistas que están a favor de la derecha los mencionan tan seguido como a sus madres en una cascada de insultos que nunca expresaron cuando otros personajes se fueron de Morena a otros partidos, y el caso más sonado es el de Lilly Téllez, quien ha mostrado una gran incapacidad política pero una extraordinaria capacidad histriónica en tribuna. Por desgracia, para ella, no se exige ser buena actriz sino buena política, y su personalidad no cuenta con muchos admiradores dentro y fuera de la oposición.
En su momento en Morena fue señalada como traidora, y sobre todo acusada de engañar al pueblo de Sonora, que confió en que ella apoyaría a López Obrador desde el Senado, cambió de partido para hacer exactamente lo contrario.
Cada vez que podían los morenistas le reclamaban su cambio de bandera, ahora también en Morena callan ante la llegada de legisladores de todos los partidos a excepción de Movimiento Ciudadano, partido que prohibió a sus militantes irse a otro partido. Lo cual parece ilógico porque una vez afuera de MC a nadie le interesan las sanciones que provoquen, pero la “nueva” política de ese partido es así, todavía con muchos resabios del pasado.
La senadora por Sonora se sumó a Morena en 2018, porque veía que ganaría; sin embargo, si concursaba por otro partido, todos los espacios estaban ocupados y no tendría oportunidad alguna. Finalmente, fe beneficiada por la ola en favor del presidente López Obrador y ganó, pero más tardó en campaña que en aliarse con el partido con el que más se identifica, por su raigambre conservador, el PAN.
Desde ese partido desató una furia sin precedente contra Morena y todos sus integrantes, porque el día que no pedía la renuncia de alguien, lo insultaba, lo presionaba para comparecer en el Senado o simplemente lo adoptaba como blanco de insultos y descalificaciones.
Esas actitudes que nada tienen que ver con el ejercicio político, agradaron mucho a los opositores y a los medios, porque el simple hecho de que se saliera de Morena era parte del desprestigio del gobierno que se propusieron trabajar en nombre de la democracia y la libertad.
Lejos de ser cuestionada Lilly Téllez se convirtió, en su momento en heroína, y esto le valió no un Óscar pero sí que dedicara su tiempo en tribuna para protagonizar tragedias griegas y desgarradas interpretaciones telenovelescas, dignas de mejor causa.
Ahora, que los perredistas se ven en la necesidad de solicitar amparo a otro partido, se les van a la yugular sin piedad. Los perredistas saben que en el Senado grupo parlamentario que no llega a cinco, carece de representación, y por lo tanto e presupuesto, prerrogativas y otras muchas facultades que, por derecho corresponden a los legisladores de la Cámara Alta.
Pocas alternativas les ofrecieron a los perredistas, quien debía cobijarse bajo la sombra de algún partido para no estar atados de manos, y se fueron a Morena, el partido político más sólido del continente.
También hace días hubo tres legisladores del Congreso local de la Ciudad de México, que se fueron a Morena, con sus respectivas críticas, Silvia Sánchez, del PRI; Nora Arias, del PRD y Luis Chávez, del PAN.
La dirigencia nacional de Movimiento Ciudadano rechazó que alguno de sus senadores se sume a Morena para otorgarle la mayoría calificada en el Senado: “Nosotros no vamos a chapulinear ni nos vamos a doblar, aunque nos quieran presionar nos vamos a mantener firmes”, dijo el coordinador de los senadores, Clemente Castañeda.
Hay casos menores como el de la diputada local de Veracruz, Cecilia Guevara, quien, junto con su hijo Fernando Guevara, subsecretario de Obras del estado y el alcalde Fernando Remes, abandonaron todo para apoyar al contrincante de Rocío Nahle a la gubernatura, ahora deben querer regresar, pero su caso fue tan sonado que se encuentran en el limbo y no quieren asomar la cara ante tal descalabro.
En el chapulineo, el más engañado es el pueblo, porque escoge al candidato de acuerdo con la ideología del partido o el que participa y al ver que cambia de partido, la voluntad popular sufre alteraciones y la gente se siente traicionada. Ve esto como un acto antidemocrático.
Si se les prohibiera a los mexicanos cambiar de partido, y sea como legisladores electos o en cualquier otro cargo de elección popular, se atentaría contra el derecho de libre afiliación por el que tanto se peleó ante la represión que los gobiernos ejercían en el pasado para que todos militaran en el PRI de manera obligada, de otra manera carecían prácticamente de derechos.
Nadie es completamente malo no completamente bueno, su conducta depende de muchos factores que deben evaluarse, lo cierto es que la gente escoge, luego de profundas reflexiones, una combinación perfecta y equilibrada entre candidato y partido y cuando ese candidato gana y cambia de partido el equilibrio se rompe.