Rubén Cruz Sagastume, gran luchador social
La población exige sancionar a los responsables y un castigo ejemplar para que prevalezca la paz social
Por Ángel Álvaro Peña
El asesinato de Rubén Cruz Sagastume, conmocionó a la comunidad veracruzana porque nadie pensaría que tuviera enemigos, pero en el camino de la justicia social, crecen y se desarrollan intereses contrarios a la verdad. Inexplicable, como todo delito, creó una gran indignación entre la población del norte del estado.
Rubén Cruz Sagastume defendió a los campesinos, su lugar de trabajo era el campo, su campo de batalla, la legalidad en los tribunales, y en ese contexto abrigó esperanzas de los desvalidos y logró reivindicar los derechos de muchos hombres y mujeres dedicados a la agricultura y al campo que dan alimento y vida a la comunidad.
Este luchador social fue asesinado la tarde del viernes 11 de abril dentro de su oficina.
Dos hombres armados ingresaron al inmueble y dispararon varias ocasiones contra Cruz Sagastume, para asegurarse que estuviera muerto. Así, mataban también la esperanza de los vulnerables para que la justicia no tuviera beneficios para todos y sólo para algunos.
El crimen provocó una inmediata movilización de fuerzas de seguridad estatales, federales y militares pero también impulsó la rabia de muchos, quienes lo conocimos sabemos que se trata de un acto cobarde, porque no dieron la cara ni supieron afrontar, por la vía legal, las diferencias con un líder que apostó por la verdad y la libertad con su vida.
Rubén Cruz Sagastume era una figura destacada en el sector agrario, sostenía una capacidad innata de convocatoria, con gran facilidad reunía gente a su alrededor, y tenía seguidores de todas las edades en todo el norte de Veracruz.
Fue síndico municipal de Tuxpan entre 1985 y 1988, y miembro fundador del Comité Regional de la Confederación Nacional Campesina (CNC) en el municipio de Álamo. En diciembre de 2024, la Universidad de Xalapa lo reconoció por su defensa de los derechos campesinos y su liderazgo en el ámbito rural.
Todavía lo recuerdan como defensor de los usuarios de energía eléctrica a quienes defendió de los excesos de los cobros en esos años, y su presencia firme y altiva frente a las autoridades de todos los niveles, exigiendo tarifas justas y derechos iguales para todos.
Mantuvo el respeto de organizaciones campesinas y agrarias, así como de actores políticos y académicos de la región. Un luchador como pocos, que defendía a los desvalidos sin importarle si tendría alguna remuneración o reconocimiento.
Su asesinato es motivo de indignación pero también un impulso a la lucha que emprendió un veracruzano en favor de quienes padecen todavía el castigo de los poderosos. Para quienes ni la Revolución Mexicana hizo justicia porque todavía prevalece en México el poder del más fuerte, del más poderoso, del hacendado que puede disponer de la vida de quienes le estorban para hacer de la injusticia su patrimonio y de la muerte su bandera.
Como en todo homicidio que tiene que ver con la justicia social, se trata de un caso político, donde fuerzas policiales y políticas deberán dar cuenta de los intereses que motivaron dicho asesinato y de quienes hayan disparado, pero también, y, sobre todo, de quienes hayan ordenado este gran delito contra la comunidad.
Porque debió haber un ganador con la muerte de Rubén, de otra manera, no se hubiera llevado a cabo y esto merece un castigo por un delito cuyos móviles deberán ser conocidos por todos y cada uno de los miembros de la comunidad, porque saber los pormenores de dicho proceso servirá para evitar la muerte de personas con heroísmo similar, que dediquen, con su vida, a imponer la justicia.
Porque quienes le dispararon sólo fueron instrumento de una orden que por unos pesos mataron la esperanza de muchos, pero revivieron los motivos de la lucha social.