Percepción y realidad
Hoy el presidente Donald Trump empieza a resentir un descenso en el índice de aprobación ciudadana de su país, de casi un diez por ciento, lo cual es un escenario que él mismo no visualizaba hasta hace muy poco tiempo.
Lo anterior nos enfrenta ante una verdad incuestionable: cuando la cruda realidad empieza a afectar los intereses personales de los ciudadanos, -y más aún-, cuando impacta la calidad de vida familiar a partir de circunstancias económicas, la percepción ciudadana cambia.
La demagogia inicialmente impacta la percepción, pero la realidad impacta la vida y se impone de modo contundente.
Las decisiones unipersonales del presidente Trump que impactan la economía ponen en evidencia que vivimos en un mundo donde el poder político ya no puede modificar las circunstancias socioeconómicas, como sucedía antes. Hoy la tecnología mediática impone la transparencia.
Hoy se requiere gobernar con conocimientos técnicos y experiencia y cuando un gobernante no los tiene debe dejar que su equipo técnico tome las decisiones.
El tema de los aranceles representó un alto impacto emocional sobre la economía mundial, pero el impacto sobre el bolsillo de los ciudadanos norteamericanos, -y más aún sobre las empresas norteamericanas que tendrían que mudar sus plantas de producción para dentro de su propio territorio nacional, como lo exige el presidente-, representa un altísimo costo simplemente para mover la infraestructura.
Tendrían que liquidar conforme a la ley a todo el personal de sus plantas actuales en el exterior, malvender los bienes inmobiliarios, y añadir el costo de la reubicación de toda la maquinaria, -incluyendo la desinstalación de la planta actual-, el transporte y la instalación en el nuevo lugar, lo cual requiere de una altísima inversión económica que no se recuperará nunca, más la pérdida de toda la producción durante el proceso, -que puede representar pérdida de mercado-, puede llevar a la quiebra a esas empresas.
Además, cuando esos grandes corporativos llegasen a iniciar operaciones dentro de Estados Unidos, cargarán con el incremento de salarios del nuevo personal, -según las leyes norteamericanas-, con lo cual dejarían de ser competitivos en el mercado, pues la diferencia salarial tendrían que trasladarla a precio final, encareciendo su producto frente al último consumidor.
La realidad se impone por encima de las ocurrencias caprichosas, y cuando ello significa pérdidas multimillonarias, hasta sus seguidores iniciales le darán la espalda.
Una cosa es la voluntad política y otra la cruda realidad.
Esa experiencia que empieza a resentir el superpoderoso presidente Trump es equivalente en riesgo a lo que significa el costo político de que nuestro gobierno siga negando la existencia de una violencia criminal que tiene un alto costo en vidas humanas.
Presionando a los medios de comunicación podrán negar la realidad, pero los muertos siguen apareciendo físicamente en calidad de despojos mortales y la ausencia de los desaparecidos sigue lastimando a miles de familias mexicanas y ello no se puede ocultar.
Parece ser que la presidenta Sheinbaum lo entiende y por ello apoya los esfuerzos de García Harfuch.
Sin embargo, los obradoristas incrustados aún en las estructuras gubernamentales y en el Congreso lo siguen negando, hasta que la realidad electoral ponga las cosas en su lugar.
No hay nadie más necio que quien se niega a aceptar las evidencias y eso en política se paga. Tiempo al tiempo.
¿A usted qué le parece?