COLUMNISTAS

Amistades tóxicas

Hoy Adán Augusto López está en serios problemas por haber puesto a Hernán Bermúdez al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de Tabasco, cuando él gobernó su estado.

Si no conocía su trayectoria delictiva, ¡malo! pues hoy se sabe que éste inició a temprana edad y en el 2006 ya estaba en problemas con la justicia. Si no lo investigó antes de darle el cargo, entonces hay mucha irresponsabilidad de por medio, pues puso en sus manos la seguridad de todos los tabasqueños y no verificó que fuese la persona adecuada.

Si Adán Augusto no escuchó a la ciudadanía tabasqueña cuando ya era un secreto a voces que Bermúdez encabezaba el cártel de “La Barredora”, peor aún, pues cae en la necedad.

Sin embargo, ese es un grave pecado de toda la clase política mexicana. Casos sobran y simplemente para ejemplificar, tomemos el caso de Felipe Calderón con García Luna, quien seguramente no escuchó los reportes de inteligencia que seguramente le entregaron. Su necedad la ha pagado muy caro durante los años del obradorato y más aún cuando inició el juicio de García Luna en Estados Unidos.

Hoy  vemos que ante lo injustificable de la carrera delictiva de Bermúdez, toda MORENA se deslinda de él y hasta exigen llegar a sus últimas consecuencias para alejarse de él y del daño que podría ocasionar a la imagen del partido. Por ello le han retirado la militancia de MORENA.

Sin embargo, en masa el partido está tratando de blindar a Adán Augusto López y evitar que este escándalo tenga implicaciones jurídicas para él en lo personal.

Esta conducta sobreprotectora que se practica en México desde las altas esferas del poder impide la rendición de cuentas y genera impunidad.

Durante todo el obradorato se extendieron avales de honorabilidad a diestra y siniestra durante las mañaneras, que quizá pronto cobren factura de acuerdo con los señalamientos que se hagan en los juicios que se están llevando a cabo contra los capos mexicanos en Estados Unidos. Cuando ellos empiecen a poner al descubierto las redes de complicidades en México, -si no es que ya lo han hecho-, empezarán las complicaciones políticas.

Cuando se llevó a cabo el juicio de García Luna, en el gobierno mexicano se aplaudieron sin recato los señalamientos de los criminales convertidos en testigos protegidos, puesto que así convenía a los intereses de la 4T.

Las dos medidas que maneja MORENA para evaluar las circunstancias del país son indignas. Mientras García Luna era juzgado en Estados Unidos por un tribunal, el presidente López Obrador en sus mañaneras y todo el oficialismo no se cansaron de responsabilizar al presidente Calderón de la conducta de quien fue su secretario de seguridad pública.

Hoy que el caso Bermúdez enloda a Adán Augusto López, surge la victimización y se culpa a los adversarios políticos de una campaña de desprestigio en su contra.  Adán Augusto ha acusado de politiquería a quienes le responsabilizan de haber protegido a Bermúdez.

Cuando Adán Augusto López apareció en la VIII Sesión Extraordinaria del Consejo Nacional del partido, se presentó como víctima de una campaña de desprestigio en su contra, mientras su partido cerró filas alrededor de él.

No es lo mismo tener todo el poder del estado para acusar impunemente, que ser oposición. Como oposición se acusa a los adversarios, pero como parte del grupo en el poder, las acusaciones de la oposición se convierten en “politiquería”.

En la cultura mexicana los gobernantes protegen a sus amigos por encima de cualquier acusación, con actitud soberbia y después, -cuando dejan el poder-, terminan pagando las consecuencias de su irresponsable actitud.

Ahora que delincuentes confesos se han convertido en testigos protegidos y están colaborando con las autoridades judiciales norteamericanas, éstos pudieran señalar complicidades de gente vigente en la política mexicana actual y seguramente algunos cercanos al régimen que hoy gobierna México. Entonces, seguramente vendrán las descalificaciones en contra de quienes desnudan a sus poderosos socios políticos en México, en lugar de investigar dichas incriminaciones, como se haría en cualquier otro país.

A final de cuentas ésto era lo que se pretendía obtener con la Reforma Judicial, que más bien se centró en tomar control de lo más sano de todo el Poder Judicial, -el ámbito federal-, a fin de blindar a poderosas figuras políticas de nuestro país.

¿A usted qué le parece?

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