EL DERECHO A LA DEFENSA
El pensamiento ideológico que siempre ha sostenido la generación de abogados 1965-1969, egresados de la Facultad de Derecho, de la Universidad Nacional Autónoma de México, consiste en hacer valer el derecho para que la sociedad comprenda que no existe encomienda más digna de atención y consideración que la de asumir ante la Justicia la defensa de los legítimos intereses de un México libre de corrupción e incorrecta interpretación de la Ley.
Para esa memorable e ilustre generación de togados, no vive ningún otro deber, en que el carácter, la conciencia, el espíritu del que habló José Vasconcelos, funcione mejor; las enseñanzas que se adquirieron hace décadas en esas aulas universitarias, exigen que nuestra toga hable, reclame, exija, postule y se entregue para que se procure e imparta justicia sin interpretaciones erróneas de nuestra Constitución.
Esas togas añejas aprendieron de muy grandes mentores (los más grandes que han pisado nuestra Alma Mater), que jamás se debe permitir que nuestra Ley de Leyes sea vulnerada con la aplicación en los recintos de justicia de un derecho trastrocado, de una justicia corrompida.
Las ideologías adquiridas en aquellos ayeres hoy cumplen una función que se apoya en el derecho de la defensa a obtener una justicia pulcra, decorosa, integra, ya que con ella se enaltece el nombre de nuestro México. Sin una justicia decente y honorable no hay justicia y, el nombre de nuestra Nación carece de lustre.
Hoy, las viejas togas mantienen con firmeza la misión de que se procure e imparta una justicia digna; la tradición ha impuesto a esas togas la estricta disciplina de asumir una defensa ante la indignidad de otros y otras, la misión de esa abogacía se adquirió en las aulas, contamos con la querella que otorga el derecho, con el toque de honor de ser universitarios, con la inmensa pasión que concede la justicia.
Seguimos con el consejo y las enseñanzas de aquellos mentores.
Es cuánto.