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El oficialismo está más preocupado por limpiar su imagen que por limpiar la ciudad

A un mes de la inundación más grande de todas en el norte del estado de Veracruz, el discurso oficialista vuelve a imponerse sobre la realidad. Rocío Nahle, de nueva cuenta, intenta marcar la narrativa del acontecer, como si el problema fuera de percepción y no del lodo restante en las calles.

Ayer domingo, justo cuando aún hay zonas afectadas y vecinos que siguen esperando ayuda, el Gobierno del Estado publicó un video en el que presume un 80 % de avance en los trabajos de limpieza. La intención era mostrar progreso, pero el efecto fue el contrario: las redes se llenaron de reclamos y comentarios que exhiben el descontento ciudadano. No está bien querer proyectar que todo va viento en popa cuando la ciudad sigue herida.

Porque la tragedia no terminó el día que bajó el agua. Quedó el lodo. Y cuando el lodo se seca, llega el polvo: ese que se levanta con cada paso, con cada ráfaga de viento, y que los vecinos respiran a diario. Las enfermedades respiratorias y cutáneas aumentan, los animales muertos siguen apareciendo entre los escombros y, peor aún, todavía hay personas desaparecidas que ni siquiera han sido nombradas oficialmente.

El desastre dejó marcas que no se tapan con videos ni conferencias. En algunas colonias, los muebles siguen podridos, los patios huelen a humedad y el agua negra continúa saliendo por las tuberías. Poza Rica sigue enferma, y la indiferencia institucional agrava el cuadro.

Y mientras todo eso ocurre, se anuncia que la gobernadora Rocío Nahle ganará 84 mil 750 pesos mensuales —veinte mil más que Cuitláhuac García—, y que los secretarios de despacho alcanzarán los 80 mil. A eso se suman gratificaciones extraordinarias, ayudas, compensaciones y prestaciones varias.

Nada contra los sueldos dignos, pero el contraste es hipócrita: mientras unos celebran aumentos, otros siguen paleando lodo. No se trata de envidia, sino de prioridades. De entender que la gente necesita atención, no propaganda.

El timing político importa. Y el mensaje que hoy percibe Poza Rica es claro: la narrativa oficial sigue más preocupada por limpiar su imagen que por limpiar la ciudad.

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