Crónica de una muerte anunciada
Por Ángel Álvaro Peña
El nado sincronizado que algunos comunicadores al servicio de la oposición, lanzan en sus medios sobre posibles asesinatos políticos y radicalización de las posturas, anuncia campañas violentas y pone los focos rojos en el desarrollo de la vida política del país.
Desesperados porque no les alcanzan los números para triunfar en las urnas. Al ver que sus cálculos pesimistas sobre la anunciada devaluación del peso cuando llegara Morena al poder, o el pesimismo sobre la construcción de un aeropuerto que ya se inauguró, o la creación de una refinería en dos años, ahora los opositores quieren convertir la batalla electoral en guerra política a muerte.
Algunos comunicadores y analistas políticos, han tratado de anunciar un atentado contra Xóchitl Gálvez, culpando al Presidente de la República como único responsable. Este tipo de acciones son propias de los grupos débiles, de candidaturas frágiles, de gobiernos inestables. El Presidente de México cuenta con 61 por ciento de aceptación en la población, en las encuestas más conservadoras.
Es evidente que una campaña preelectoral que no pega a pesar de estar encarnada en una especie de medicamento milagro, esos que no curan pero tienen una gran publicidad, que confunden al público pero no alivian, es el caso de Xóchitl Gálvez.
La historia de los atentados en México, señalan que han sido perpetrados por los propios correligionarios de las víctimas, o bajo la premisa de crear un mártir para obtener fines poco dignos de la especie humana.
Sin embargo, desde ahora, los voceros del golpismo responsabilizan al Presidente de un asesinato que todavía no se comete y de realizarse tendrá como origen la propia derecha. Entre estos periodistas están Beatriz Pagés, Héctor Aguilar Camín, Raymundo Rivapalacio, entre otros.
En México los homicidios entre personas de un mismo partido son más continuos que los que provienen de sus adversarios. Es una tradición que viene desde la época de la Revolución Mexicana. Encontramos que desde la muerte de Manuel J. Clouthier, el 1 de octubre de 1989, cuando trataron de disfrazar de accidente un asesinato, las miradas se dirigen a sus propios correligionarios. No deben olvidarse factores como el hecho de que testimonios señalan que su cadáver tenía el rostro despreocupado y su brazo estaba relajado pendiendo sobre la ventanilla del carro, esto no concuerda con la versión oficial de “accidente automovilístico” que dieron de inmediato, sin investigación de por medio, las autoridades, la cual dieron por buena los panistas Carlos Castillo Peraza, Luis H Álvarez y Diego Fernández de Cevallos, a menos de 24 horas de ocurrido el “accidente”.
La oscuridad sobre este asesinato descubre, a través de los años, más posibles culpables, incluso hay quienes señalan al Opus Dei de este homicidio.
Clouthier era incómodo para la derecha y para el gobierno. Los medios dan cuenta de que el sinaloense forcejeó en varias ocasiones con los guardaespaldas de Miguel de la Madrid, en manifestaciones de inconformidad por su política.
Las elecciones de 1988 arrojaron más de 500 muertos relacionados con la política, uno de los más notorios fue el de Francisco Javier Ovando, responsable del cómputo electoral nacional del Frente Democrático Nacional, hombre de confianza de Cuauhtémoc Cárdenas y candidato a diputado federal plurinominal; y Román Gil Heráldez, secretario del primero, las evidencias señalaban a la Dirección Federal de Seguridad de la Secretaria de Gobernación, como responsable.
Los asesinatos de José Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio también fueron adjudicados a la perversión que manejaba una sola persona en esa época, quien es el mismo que cita el Presidente que controla o tiene nexos directos con las personas que ahora mismo llevan a cabo el nado sincronizado hablando de un posible atentado contra Xóchitl Gálvez, para quien piden protección oficial.
El sexenio de Carlos Salinas y el siguiente estuvieron llenos de traiciones y asesinatos, todos impunes. El asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, se suma a la lista de atentados políticos, investigaciones recientes desmienten las versiones oficiales de que fue el narcotráfico el culpable.
El testimonio de uno de los culpables materiales de asesinato Marco Enrique Torres García, ex militar que participó en el del cardenal, declaró que fue producto de un plan orquestado por destacados políticos, entre los que se mencionan a altos funcionarios, quienes pretendían recuperar documentos que una mujer le había entregado, donde se evidenciaba la relación de ese grupo con diversos cárteles de la droga.
Los asesinatos políticos fueron continuos de 1988 a 1994, periodo de toda una maraña tenebrosa de intereses. Nadie puede pensar siquiera que la izquierda hubiera pagado por matar a Colosio o a Ruiz Massieu. Ahora, la derecha anuncia un homicidio con todo y asesino implícito como parte de la estrategia para ganar las elecciones. Toda una perversión que finalmente se revertirá con una oposición desesperada a la que no le importan los medios para alcanzar sus fines de manera ilícita.
PEGA Y CORRE
Xóchitl Gálvez ya se dice la candidata de la oposición y señala que prefiere debatir con Marcelo Ebrard por ser más divertido. La idea de la panista es que la política es una diversión circense de la que ella ha formado parte esencial.
Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes