COLUMNISTAS

Imitación o deslealtad

Las disyuntivas de las decisiones políticas serán complejas pero con la precisión de una científica y el humanismo surgido de la cercanía con el pueblo

Por Ángel Álvaro Peña

El sexenio que inicia será un gobierno obradorista sin Obrador. La sombra de un símbolo mundial de la política de izquierda exige que la nueva Presidenta piense, desde ahora, en trazar una raya que delimite, lo cual tendrá que hacer en todo momento para logar un estilo personal de gobernar.

Es tiempo de mujeres, también que las mujeres puedan sacudirse sus propias sombras, de hombres o de mujeres que le anteceden, por relevantes que sean sus antecesores. Misión que, en este caso, no se antoja fácil, menos aún si se quiere ser leal al mismo tiempo que marcar la diferencia. Un trabajo doblemente complejo que se centrará en todas y cada una de las decisiones de Claudia Sheinbaum, por lo menos la primera mitad del sexenio, en la cual deberá enfrentar la revocación de mandato.

Dentro y fuera de Morena la calificación social evaluará en primer lugar, las semejanzas y diferencias con el gobierno anterior. Es decir, las decisiones de gobierno oscilarán entre la traición y la imitación. Esto independientemente de que siga apareciendo públicamente Andrés Manuel López Obrador o cumpla su promesa de retirarse, actitud que algunos dudan.

La oposición no ha dado muestras de cambiar de tal manera que estará muy al pendiente de toda palabra y acción del nuevo gobierno, frente al cual estará calificando de imitación, traición, deslealtad o continuidad. La falta de ideas propias y de proyectos concretos obliga a los opositores a centrar su vida política en la crítica del adversario tal y como lo hiciera durante seis años y que le costara la derrota electoral.

Así si supera al maestro, corre el riesgo de ser llamada traidora para algunos y si se queda corta, se dirá que no pudo con el compromiso que se echó a cuestas. El obradorismo sin Obrador será un reto que tendrá la primera mujer presidenta de México, ante una oposición de derecha, que no será sólo conservadora sino sumamente resentida y misógina.

La Presidenta electa sabe trazar límites, conoce los espacios políticos y sabedora de la historia de la política nacional, ha dado por terminado su vínculo político, y sin dependencia ideológica con Morena. Acertada decisión pero igualmente peligrosa.

Convocó a la unidad porque sabe que López Obrador era principalmente un aglutinador que evitó, con éxito la división, a pesar de intentonas de rebeldía y amenazas de crear un partido diferente como sucedió con Marcelo Ebrard.

Por eso entre sus peticiones más sentidas en la Asamblea Nacional del partido fue al de cuidar la unidad, la cual estará permanentemente vulnerables, precisamente porque la cohesión la fortalecía el iniciador del movimiento y quien consolidó en cada momento sus objetivos.

Hay, incluso dentro de Morena, hombres y mujeres, que no perdonan que sea la primera presidenta mujer. Meses antes de las elecciones se decía que el país no estaba preparado para tener a una mujer como presidenta; sin embargo, la población no pensó así y supera todo hábito con resquicios machistas para dar lugar a un espacio que, a pesar de todo hará historia.

En la Asamblea Nacional realizada en el World Trade Center, de la Ciudad de México, la entonces secretaria general del partido, sintetizó muy concretamente el futuro de la política del país al decir: “Me parece que la responsabilidad para la siguiente etapa no es menor. No podemos fallarle al pueblo de México, no podemos fallarle al legado del Presidente López Obrador, no podemos fallarle a la historia, y por supuesto tampoco al futuro”.

La precisión de una científica colocará un gobierno con certeza desde el primer minuto de su mandato. Sabemos desde ahora que no hará tantas concesiones como su antecesor a la hora de darle libertades injustas a los contrincantes, porque en los últimos años la oposición, acostumbrada a los excesos se extralimitaba. Tampoco podrá caer en la represión que tanto evitó López Obrador. Es decir, no habrá aspecto social o político que pudiera descuidar o simplemente ejecutar sin tener la concentración necesaria porque estará bajo la lupa de propios y extraños.

Hacer historia es un compromiso complejo, y pasar a la historia es un logro de quienes saben que pueden y porque pueden asumen responsabilidades propias, mismas que deberán estar a los ojos de todos los mexicanos.

La precisión científica será cobijada por la calidez de un humanismo que radicará en la atención a un pueblo que cambia y en esa transformación estará trazado el camino que deberá evitar tanto caer en la imitación como en la separación de un proyecto iniciado por muchos hombres y mujeres al lado de quien fundó el Obradorismo.

Transformación que se estanca anida retrocesos, así los cambios deben ser constantes sin ser fiel al pasado sin hacer de lo imposible un proyecto incierto ni de la utopía un sueño solamente.

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