Murat, entre el amor y el odio
Por Ángel Álvaro Peña
Cuando no hay otra manera de distinguirse del gobierno más que insultando a sus integrantes, la política se radicaliza y la sociedad se polariza; sin embargo, para algunos sectores de la clase política, la agresión física o la violencia verbal han sido la única manera de mostrar desacuerdo con las autoridades.
Esto quiere decir que si hay algún político o funcionario público que no pertenezca a la Cuarta Transformación y mantiene no sólo buena relación sino armonía, es considerado un traidor.
El caso del gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, es muy ilustrativo, porque el viernes 13 de mayo, viajó a Paraíso, Tabasco, para visitar la obra de la refinería Olmeca, en Dos Bocas, acompañado del gobernador de esa entidad, Carlos Merino, la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y la secretaria de Energía, Rocío Nahle, todos de Morena, motivo por el cual, dentro y fuera de su partido, el PRI, lo señalaban como traidor.
Pero no sólo era el insulto, sino que le pronosticaban que iría de embajador o que tendría un cargo en el gabinete del actual gobierno federal en cuanto dejara la gubernatura del estado.
Un grupo al interior del PRI, exaltado y furioso llegó al extremo de intentar expulsarlo de sus filas por haber coincidido en giras y visitas del Presidente de la República, cuando en realidad hay verdaderos delincuentes al frente de ese partido, cuya expulsión nadie exige.
En la gira mencionada Alejandro Murat Hinojosa, señala: “Aquí se construye la coquizadora de la Refinería Olmeca, en donde Pemex y Secretaría de Energía están haciendo un gran trabajo. El gobierno de México evalúa que tengamos una infraestructura similar en Salina Cruz, para eficientar la producción de diésel y gasolina del 53 por ciento a más del 93 por ciento”.
Es decir, Alejandro Murat va a lo suyo, a ocuparse de su estado y conocer el proceso de una obra que seguramente tendrá repercusiones en la entidad que encabeza, pero para quienes la única manera de definir la oposición es agrediendo, dividiendo e insultando, lo que hace Murat es una traición, porque en su mentalidad no cabe la posibilidad de mantener una buena relación con otras instancias de la política, aunque no pertenezcan al mismo partido.
Cuatro días después de la visita y luego de un fin de semana con comentarios negativos sobre la gira de Alejandro Murat, éste hace una declaración que sorprendió a propios y extraños: “Por supuesto que tengo levantada la mano, pero eso lo va a definir mi partido. Ya lo que defina mi partido nosotros vamos a ser institucionales, por supuesto que vamos a salir a dar la pelea, con argumentos, con reflexión y haciendo los contrastes que necesita México”.
Es decir, se incluyó en la selección de priistas para ocupar la candidatura por la Presidencia de la República. Aseguró que sus aspiraciones están sujetas a lo que defina su partido.
Señaló que, para contender en 2024, es necesario tener resultados, los cuales se verán reflejados cuando termine su administración.
Comentó que México necesita dejar la “política de odio” puesto que la población requiere tener esperanza de cara al futuro. Seguramente en alusión a las críticas que le llovieron por cuatro días sobre una simple gira de trabajo a un estado vecino a una obra que tendrá importantes repercusiones en Oaxaca.
Desde meses antes de diciembre de 2018, la oposición ha marcado su lugar con el alejamiento del partido en el poder, de la función pública y del propio Presidente de la República, para demostrar públicamente que no están de acuerdo con su política. La oposición ha dejado de ser un grupo de políticos que gobierna con el poder, que tiene una responsabilidad compartida para convertirse en un crítico permanente de lo que es responsabilidad del gobierno federal y de lo que no lo es.
Para la visión opositora el simple hecho de compartir una gira, o recibir amablemente al Presidente de la República acusa traición a los principios de sus respectivos partidos, cuando en realidad la democracia es construcción y unidad y no todo lo contrario.
Alejandro si bien tiene una escuela política heredada de su padre, no puede ser considerado una continuidad de su forma de hacer política. Está consciente de que son otros tiempos y que el país cambia junto con el mundo.
Así, en estos momentos la figura de Alejandro Murat se encuentra entre la aceptación de priistas y no priistas y el odio de otros tantos, que dentro y fuera de su partido parecieran no saber qué hacer con su persona.
El trabajo de Murat en Oaxaca no ha sido malo; sin embargo, puede decirse que será el último gobernador del PRI y esto lo sabe el mandatario y reconoce en sus adversarios la fuerza electoral y no por ello regala al estado ni se deja vencer por la ola de la Cuarta Transformación.
Lo cierto es que lo que en otros tiempos fuera una conducta natural de un gobernador respecto a las autoridades de otro partido, ahora se vuelve motivo de posturas radicales que no benefician a nadie, ni a los oaxaqueños, ni a los priístas, ni a los mexicanos.
Murat se convierte en figura nacional a causa de las críticas de sus enemigos y no por su capacidad de gobernar, que es lo que debiera imperar en su trayectoria, que pasa a segundo grado.
PEGA Y CORRE
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