COLUMNISTAS

Don Miguel Nazar

 

Por Alberto Woolrich Ortíz

Cada quien encontró en el recorrer de su existencia una celebridad imborrable. Para quien esto redacta, sin duda lo fue Don Miguel Nazar Haro, mentor en investigación, mi consejero, más que consejero, mi entrañable amigo.

Con él, me inicié en el arte de la observación, del análisis, del reconocimiento, del descubrimiento de la impronta del delito, él  tuvo la gentileza de ilustrarme en aquel lejano  primer gran reto profesional;  descubrir a los asesinos de un policía victimado en la Puerta Mariana de Palacio Nacional (la cual fue construida en el año de 1850). Homicidio que perpetraron en el año de 1969, jóvenes ilusos que fueron entrenados previamente en el extranjero a fin de cometer actos de terrorismo, secuestros, asaltos bancarios, y asesinatos a guardianes de la ley  e industriales, con el fin de derrocar  mediante las armas al gobierno de aquel entonces.

Gracias a ese adiestramiento  en menos de setenta y dos  horas, viriles agentes de la policía judicial dependientes de la Procuraduría General de Justicia del Distrito y Territorios Federales lograron la captura de aquellos engañados  guerrilleros pertenecientes a la liga 23 de septiembre.

Don Miguel era un investigador de añeja prosapia policial, a mucho orgullo fue el Director de la Federal de Seguridad, institución que fue fundada en el año de 1947 (durante el mandato del Presidente Don Miguel Alemán), a sus inicios dirigida por el General Don Marcelino Iñurrieta,  corporación policiaca cuyas funciones consistían en impedir que la delincuencia política dañará a nuestro México.

Vale la pena recordar que la Dirección Federal de Seguridad estuvo a su cargo durante el sexenio de José López Portillo y en aquel entonces  llego a ser considerada como la mejor policía del mundo.

Es importante destacar que la dirección en la década de los años 70 dio inicio a sus actividades para detectar, investigar, responsabilizar y encarcelar a los delincuentes vinculados con el narcotráfico, así como a los servidores públicos que lo protegían y se corrompían con las referidas actividades.

Don Miguel tiene su pedestal en cada uno de los policías que colaboraron con él, ellos a menudo le recuerdan de la manera más respetuosa, para todos  esos viejos guardianes de la ley fue el “tigre” de la investigación. Para mí ese policía de irrepetible talento sigue vivo y seguirá viviendo, cuando menos en mi recuerdo.

Añoro como si fuera hoy, aquellas palabras expresadas con  motivo  de una conversación en la que le hice saber que por razones profesionales me había percatado de una  alianza realizada por un narco político con la delincuencia del narco trafico con el objetivo de  bajar aviones cargados de toneladas de  cocaína y, que por tal motivo dichos hechos los iba a poner del conocimiento, como lo fue, de la Procuraduría General de la Republica. Vocablos los cuales quedaron perpetuamente grabados en mi memoria y que hoy repito: ‘’No temas donde vayas, que haz de morir donde debes’’.

Como corolario de aquella tertulia Don Miguel me expresó: “Alberto tú cómo amigo podrás tener imperfecciones, pero como enemigo eres el enemigo perfecto para ese narco político, denúncialo, por traicionar a México”. Ésta y mil anécdotas podría relatar de mi amigo. 

A sus innumerables afectos, y a todos los guardianes de la ley  que lo quisieron y respetaron, los invito a invocar con quién esto escribe la más vital y alegre de las memorias en su honor.

Los organismos  de seguridad nacional, la policía de nuestra patria, jamás volverán a ser lo que fueron.

Por una simple y sencilla razón: Miguel Nazar Haro ha dejado físicamente de indagar.

Ese solo hecho provoca en todo gran policía, una parálisis emocional, ya no hay quién les ponga el ejemplo, los ilustre, los defienda, los dirija.

Descansa en paz, amigo real, mientras los perros aún ladran y delinquen. Es cuánto 

 

 

Lic. Alberto Woolrich Ortíz

Presidente de la Academia de Derecho Penal

del Colegio de Abogados de México, A.C.

 

**Las columnas firmadas en este medio son responsabilidad de quienes las firman**

 

 

 

 

 

 

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