COLUMNISTAS

Los partidos frente al espejo

 

Por Ángel Álvaro Peña

Una de las consignas del partido en el poder es no traicionar, sin embargo, no hay partido que no se haya traicionado a sí mismo. Sobre todo, si vemos sus consignas que le dan identificad y ubicación en el mapa partidista de México.

Si partimos de las frases de los ideólogos de los partidos políticos encontramos serias contradicciones que anulan la congruencia ideológica de cada organización política en este momento.

Por ejemplo, en el caso de uno de los grandes personajes del Partido Acción Nacional, Manuel J. Clouthier, quien junto a su estatua se inscribe la leyenda “Cambiaremos a México sin odio y sin violencia”, encontramos que en este momento los militantes con un discurso de odio y caracterizados por la violencia son los panistas.

Más de un legislador en las cámaras ha roto libros, ha lanzado golpes, ha jalado de los cabellos a compañeras de otros partidos. Su conducta deja mucho que desear. Recordemos un incidente reciente que es el del padre del alcalde de Miguel Hidalgo, Mauricio Tabe Echartea, al atacar con un cuchillo cebollero a un empleado de la burocracia de la Ciudad de México simplemente porque le pedía que regularizar los documentos de su negocio.

 

 

En fin, la violencia panista se registra en los medios de manera diversa, pero si hoy por hoy hay un partido violento es el PAN, basta comprobarlo en los medios. Y quienes siguen el Canal del Congreso podrán ver el espectáculo violento que montan. Así no sólo traicionan a su partido humanista sino a sus líderes más importantes.

Por otra parte, el PRI que tiene una larga historia en el gobierno del país y parece no sólo olvidar sino traicionar sus orígenes, porque cuando se votó por la ampliación de la permanencia de los militares en las calles, se olvidaron de sus orígenes y no todos votaron a favor, como si los uniformados fueran un enemigo de la sociedad.

Cabe señalar que desde que esa organización se llamó Partido Nacional Revolucionario, en 1929, fue porque así lo designó su creador, el general Plutarco Elías Calles; en 1938, cambia a Partido de la Revolución Mexicana, y lo nombra así, el general Lázaro Cárdenas, finalmente en 1946, que se le otorga el nombre que lleva actualmente, se lo dio el general Manuel Ávila Camacho. Éste fue el último presidente de la República militar. Es decir, desde 1929 hasta 1946, tanto líderes de ese partido como los presidentes han sido militares. Ahora reniegan de compartir sangre derramada en las batallas de la Revolución, en la ayuda humanitaria del Plan DN III, la defensa de la paz en las carreteras, etc.

La influencia de los militares era tan fuete dentro del tricolor que se habló de un cuarto sector que fortalecería la institucionalidad, y ante esta inquietud se crea el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, fundado en 1954 por el general Jacinto B. Treviño, el concuño de Adolfo Ruiz Cortines. En ese partido la mayoría de los cargos en su estructura eran ocupados por militares. Ese partido estuvo apoyando al PRI hasta que en 1988 se une al Frente Democrático Nacional, que encabezaba Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general Lázaro Cárdenas. En ese momento más de un militar le decía “El hijo del Tata”.

Los mexicanos debemos mucho a nuestros soldados, pero principalmente los priistas deben estar orgullosos de sus militares.

Por parte de la consigna que acompaña al PRI, que es Justicia Social, la reciente aparición pública de uno de sus últimos presidentes, Ernesto Zedillo, la deja sin validez porque implementó el Fobaproa, que convirtió la deuda privada en deuda pública que apagaremos hasta dentro de medio siglo.

 

 

El partido en el poder con su consigna de no robar, deja mucho que desear porque la corrupción no ha sido erradicada, ni hay indicios de que esto suceda en el corto plazo. Por otra parte, las acusaciones sobre mentiras oficiales, desde los tres niveles de gobierno, que se repiten sexenio tras sexenio, tampoco parecen ser dignas de una consigna que tenga la coherencia que debiera.

El ejercicio de la administración pública es una responsabilidad compartida, un permanente contacto con las bases del partido y con la población en cada rincón del territorio nacional.

Todavía Morena no cumple ocho años y está muy lejos de ser la esperanza de México, si bien ha habido algunas señales en positivo, convertir los buenos deseos en hechos, hacer de las promesas de campaña hechos consumados requieren de tiempo, trabajo y paciencia.

Los partidos políticos le han quedado mal a México, de ahí que haya mayores niveles de abstencionismo, desapego de sus autoridades, indiferencia sobre la administración pública, falta de compromiso con la participación social, etc.

La consignas elementales de cada partido se hicieron para orientar al elector sobre su decisión frente a las urnas, pero esa frase lejos de identificarlos los condena, los coloca del lado oscuro de la historia y los convierte en entes alejados de la población que necesita urgentemente un conducto para expresarse y decirle al poder lo que necesita, porque se ha comprobado que los partidos políticos son incapaces de interpretar las necesidades de una población que quiere partidos que en realidad lo sean, que tengan la costumbre de estar en contacto con la gente, de la que ahora se separan cada día más.

 

PEGA Y CORRE

Ahora sí se puso creativo Manuel Espino ex presidente del PAN y actual militante de Morena, quien fungiera como comisionado de Protección Federal, solicitó al Presidente de la República abrir el diálogo y pactar con el crimen organizado para pacificar el país.

 

Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes

 

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