Textos contra dogmas
Por José García Sánchez
Quienes no tienen el hábito de la lectura no pueden hablar sobre la influencia de un libro en la conducta humana. La lectura implica interpretación y no el aprendizaje de una doctrina, como si se tratara de una lectura religiosa, tan socorrida por los conservadores. Los libros de texto son un auxiliar de la educación, que se complementa, en el aula, es la casa, en la calle, incluso en el recreo. Pensar que sólo hay educación en el salón de clases es un retroceso de más de un siglo.
Los libros abren la perspectiva de la realidad, pero como los conservadores no leen y los pocos libros que consumen están basados en dogmas de fe, consideran que toda lectura es parte de una acción irreflexiva de las masas con el objetivo de manipular.
Los dogmas imponen criterios, la lectura de los libros de texto, ahora cuestionados, crean la conciencia necesaria para tener criterio sólido más allá del pensamiento mágico al que están acostumbrados a practicar, porque podrán ser muy agresivos, sabotear la salud de los mexicanos, mantener una política carroñera, pero van todos los domingos a misa.
Habrá que crear las diferencias entre las lecturas de los conservadores y la de la gente normal. Porque considerar que algún libro debe tirarse a la basura o desprender las páginas que los líderes del PAN consideran innecesarias, recuerdan la quema de libros de Hitler, de Pinochet y de Bolsonaro.
Hay una frase que dice que algunos se pasaban la vida defendiendo lo que interpretan de La Biblia que se olvidan de practicar sus enseñanzas.
Si revisamos los libros de texto de los sexenios anteriores podemos darnos cuenta de un problema muy grave que nunca fue cuestionado lo suficiente y menos aún saboteado con prácticas legaloides: el culto a la personalidad, que es un de las características esenciales de las dictaduras.
Todavía no acaban de reconocer los conservadores, afiliados en el Frente Amplio por México, que practicaron una dictadura, que, aunque tuvo cambio de partido político en el gobierno, seguía gobernando los mismo, prueba de ello es la profunda molestia que tienen con la actual administración.
Se ha dicho que la palabra comunismo ha servido, en más de medio siglo, más a la derecha que ala izquierda, porque a pesar del tiempo transcurrido desde que el macartismo lo convirtió en una especie de sucursal del infierno, ha servido de fantasma contra las conciencias arraigadas en el conservadurismo como único contenido de su pensamiento social.
Sólo los libros religiosos adoctrinan, exigen de fieles, de siervos, de una grey que no cuestiona acata los dogmas por absurdos que éstos sean. Los libros que acostumbran leer los conservadores terminan por convertirlos en fanáticos, de otra manera no se entiende el temor al comunismo.
Difícil será creer que Alatorre, Xóchitl, los Salinas, Marko o Claudio X. tiene el hábito de la lectura. Es obvio que no practican la lectura, hablaría el castellano de otra manera. La lectura abre caminos, dejar de leer implica dejar de activar un área del cerebro cuyo atrofio resulta evidente a la hora de expresarse y esto se nota en algunos personajes que ni siquiera saben leer las noticias pero como tienen la orden de comentar y hacer de su trabajo una consigna conservadora, lo hacen con las limitaciones del caso.
Sólo los libros que exponen una verdad absoluta pueden ser manipuladores, impulsores de doctrinas, dictadores de ideas únicas. Es por ello que los críticos de los libros de texto representan un proyecto político que está a punto de cumplir un siglo. Si a esto agregamos el fantasma del comunismo como arma destructora de todo pensamiento distinto al de los conservadores encontramos un muy añejo modo de pensar que poco a poco va quedándose solo.
Porque tenemos en México una Unión de Padres de Familia, sin padres de familia, partidos políticos sin militantes, alianzas electorales sin votos, candidatos sin apoyo real sólo mediático, y un sinfín de vaguedades que muestran lo vacía que está la derecha de ideas y proyectos auténticos.