COLUMNISTAS

¿El otoño del patriarca?

Por: Norma Meraz

Erase que se era, un país en el que habitaba un personaje que cosechaba propósitos y sueños realizados, planteados en su juventud, sólo que el tiempo le cobraría los excesos de su ambición.

Si, este personaje que bajo una modesta toga vivía en un palacio, traía en un puño a sus súbditos y su palabra retumbaba a la hora de girar instrucciones.

Su país se debatía por larga temporada en una pandemia que no recibía ni la atención ni los medicamentos oportunamente, cobrando al final, la vida  de 800 mil contagiados.

Millones de hombres y mujeres echaron por la borda las ilusiones y emociones que ese personaje había despertado, a su arribo al  “modesto  palacio” que, hasta antes de su llegada , era el disfrute de propios y extraños para admirar y nutrirse de ese recinto abierto, cargado de historia y cultura, para después ser clausurado a piedra y lodo para protección del personaje que hubo de prometer riqueza, abundancia, bienestar, salud y seguridad, a su pueblo.

La riqueza se esfumó en pos de una política centralista, el bienestar no llegó, gracias al empoderamiento de fuerzas militares que recibieron el endoso de millones y millones de recursos, el manejo de las aduanas  terrestres, puertos marítimos, puertos aéreos, obras emblemáticas y todo ello, sin la obligación de rendir cuentas a los hombres y mujeres que habían depositado por ley, sus impuestos al erario.

La seguridad de bienes y personas, pasó de ser responsabilidad de las policías civiles, también a manos de los militares, al tiempo que, la delincuencia organizada hacían suyos, territorios infranqueables, trata de personas, feminicidios, asesinatos, desapariciones, masacres. Dejaron en 5 años de ejercicio del poder del personaje, 168 mil asesinatos, según cifras oficiales.

Las madres que buscaban a sus muertos eran perseguidas y asesinadas; en los puentes de algunas ciudades, habían cuerpos colgados, pueblos abandonados por el terror que privaba pues los criminales se asentaban en esas tierras y la gente huía.

Ante esa situación, el personaje que concentraba en sus manos todo el poder, sólo atinaba a repetir que, eran casos aislados, que el pueblo estaba “feliz feliz”.

A su llegada al Palacio de Gobierno, como todo poderoso, recortó los presupuestos al sector de la salud, desapareció instituciones que prestaban seguridad social a población abierta gratuitamente, luego creó un Instituto Nacional para el Bienestar, organismo con presupuesto de 114 mil millones de pesos, para luego desaparecerlo como mago, y nunca se supo a dónde fue a dar ese dinero de los contribuyentes. Más tarde, el personaje del palacio, inventó otra figura de atención a la salud, misma que en más de un año, dejó sin cobertura médica a 3 millones de familias -15 millones de ciudadanos- y por si fuera poco, dejó atrás, 35 mil hospitales y clínicas con personal que clamaba por mejores condiciones económicas y suficiente equipo médico.

Ya en el otoño de su ejercicio público, el personaje encaró un problema que jamás imaginó: el drama humanitario  de la migración.

Cientos de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos, llegaron a su país, provenientes de numerosas tierras lejanas y próximas, con el fin de cruzar su territorio para llegar al norte de su geografía , buscando comida, abrigo, trabajo, y no ser perseguidos .

A estos miles de miserables seres humanos se les maltrataba y abandonaba a su suerte sin recibir apoyo; todo porque sintiéndose generoso pero ingenuo, declaró política de puertas abiertas sin restricción alguna y luego no supo que hacer.

Pero su poder era omnimodo, desapareció instituciones y se apoderó de los recursos financieros de fideicomisos autónomos, para solventar su permanencia en el poder.

Quien le iba a decir a Gabriel García Márquez que, se había inspirado en un país que viviría en esas condiciones, 48 años después de haber escrito “El Otoño del Patriarca”.

¡Digamos la Verdad!

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