NUESTRA DISCRIMINACIÓN A PRUEBA
El tema de la migración se ha vuelto una tendencia a partir de que el gobierno de Donald Trump se ha propuesto combatirla de modo agresivo y está presionando a México y a los gobiernos de toda Latinoamérica para impedir que los migrantes lleguen a su país. Para ello está metiendo miedo haciendo deportaciones masivas, que conllevan una grave violación de derechos humanos a partir de los malos modos y la insensibilidad con la que se está ejecutando.
El mensaje está llegando seguramente. Sin embargo, el deseo de migrar de quien ya tomó esta decisión, -o está en camino-, no desaparecerá y seguramente simplemente cambiará de destino objetivo, lo que significa quedarse en México y cubrir esas vacantes que hay en micro y pequeñas empresas, para realizar actividades básicas que muchos mexicanos ya no quieren aceptar cuando familiarmente suman un ingreso grupal que los mantiene en una sobrevivencia cómoda, aunque éste no resuelve sus problemas de forma definitiva, sino temporal.
Cada vez más vemos migrantes, principalmente centro y sudamericanos que se confunden con nuestra población en apariencia en un primer impacto, pareciendo pertenecer a una región lejana del sur de nuestro país y sólo son identificables como extranjeros por quienes reconocemos el acento y modismos lingüísticos de los países del norte de Sudamérica.
Cuando tratamos con migrantes quienes ya están empleados en una relación laboral estable, vemos un interés en pasar desapercibidos como extranjeros. Ya utilizan los modismos nuestros, mexicanos, y evitan los de su país de origen. Además, asimilan nuestro acento, principalmente los más jóvenes.
Todo esto pone en evidencia que se sienten discriminados por la sociedad mexicana, sin dejar de reconocer que cuando entablan amistad con mexicanos sean aceptados y hasta se dé un cierto grado de solidaridad.
Para México ésta será una prueba para nuestra apertura social.
El caso relativo al rechazo en nuestro país a la película francesa nominada a 13 Óscares, “Emilia Pérez”-, vuelve a poner sobre la mesa el tema de la discriminación. La trama de este filme que permite reconocer la situación del impacto del crimen organizado en nuestro país, inicia a partir de que el personaje central, -un gran capo del narcotráfico de apodo “El Manitas”-, decide escurrirse de los riesgos de su vida delincuencial fingiendo su muerte y adoptando una nueva personalidad como mujer, por lo que se somete a una cirugía de reconstrucción física y debe renunciar a su esposa e hijos, quienes también creen en su muerte.
La forma en que la hostilidad mexicana se volcó en contra de la película lo hizo focalizando su animadversión en contra de la actriz “trans” Karla Sofía Gascón, española con larga trayectoria en México, construida con su identidad masculina Carlos Gascón.
Rescatando tuits muy antiguos de ella, con cierto enfoque discriminatorio que ella enfila en contra de otros grupos sociales, se focaliza la discriminación social en contra de ella, lo que no deja de evidenciar un cierto rechazo a su condición trans y su orientación sexual. La agresividad en su contra lo evidencia.
Es de reconocerse que ha habido avances en México en la lucha contra la discriminación, al grado de fundarse la CONAPRED como un organismo en contra de la discriminación. Sin embargo, los avances en la creación de una cultura de aceptación de las diferencias, aún son a nivel consciente y seguramente llevará por lo menos una o dos generaciones en llevarnos al equilibrio profundo y emocional.
Los ámbitos que parecen ser más discriminatorios son el étnico, sexual y el de clase social.
Debemos reconocer también que ha habido excesos en el ámbito gubernamental respecto a las políticas educativas en los primeros niveles escolares, las cuales generan confusión y vulneran los derechos humanos de los niños, enfrentándolos a decisiones para las que no están emocionalmente preparados, pues la edad de la definición sexual es la adolescencia y no la niñez y ésto ha generado rechazo en sectores sociales tradicionales movidos por valores morales, que sienten que las políticas educativas están respondiendo más a un proyecto ideológico que al objetivo fundamental de formar emocional, intelectual y socialmente a las nuevas generaciones al margen de ideologías políticas.
México debe enfrentarse, -frente a las nuevas circunstancias-, a retos sociales que definirán la calidad de nuestro desarrollo social.
¿A usted qué le parece?