Allá nos vemos, Francisco
Por Ángel Alvaro Peña
La muerte del Papa Francisco deja enseñanza que ni puede negarse y mucho menos dejar de practicarse. Fue un hombre ejemplar, independientemente de la religión que practique cada quien. Las virtudes humanas no son propias de ninguna religión sino del ser humano mismo, al cual Francisco conoció desde la raíz; es decir, desde abajo, donde todo se ve al mismo nivel, su origen de la tierra que pisan descalzos los pobres y la pobreza, génesis de un aprendizaje para entender el mundo.
Nos hizo más hermanos de los hermanos en su responsabilidad de líder de una fe y jefe de Estado del Vaticano sede la Iglesia católica.
Lo seres humanos que rompen moldes, que aportan, que transforman, tienen un lugar obligado en la historia y nos hacen partícipe de esos caminos, así como nos otorgó la certeza de que todos nosotros como historia, no solo acompañamos los hechos sino que caminamos con ellos.
Tercer pontífice más longevo de la historia, reformador innato que apostó a un papado reformista que desató resistencias de los enemigos del cambio.
Él decía, con valentía: “Yo lo único que pido es que las críticas me las hagan en la cara, porque así crecemos todos”.
Fue atacado por algunos retrógradas, de herejía, como lo cardenales Raymond Burke, Walter Brandmueller, Carlo Caffarra y Joachim Meisner, que en septiembre de 2016 escribieron al pontífice argentino para solicitar aclaraciones sobre una exhortación apostólica sobre la familia.
La muerte no lo hace mejor ser humano, sino que obliga a reflexionar sobre su sabiduría, y liderazgo. Sobre todo, sus enseñanzas, dependerá del mundo si aprende de ellas o las deja pasar.
La noticia fue breve pero contundente: “Queridísimos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar la muerte de nuestro Santo Padre Francisco”, declaración del cardenal Kevin Farrell, a las 7:35 horas.
A pesar de su salud menguada, el domingo participó brevemente en la misa de Pascua y dirigió la tradicional bendición “Urbi et Orbi” desde el balcón de la basílica de San Pedro, desde donde deseó a los fieles un “feliz domingo de Pascua” y llamó a la “libertad de pensamiento y a la tolerancia” en su mensaje al mundo.
Jorge Bergoglio pasará a la historia como el más relevante de nuestros compatriotas en la geopolítica mundial. Como un ingeniero espiritual, político y cultural del siglo XXI. Un maestro que durante 12 años guio la grey que expandió al mundo y lo impulsó a transformarse.
Mostró que todos somos pastores y ovejas ante los ojos del ser supremo, su palabra está en la historia, ahora es tarea de todos practicarla, llevarla, elevarla a los hechos, para ser mejores, no para ser superiores.