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Conmemoración violenta del 02 de octubre

La forma en que ha evolucionado la violencia por parte de provocadores infiltrados en las anteriores marchas ciudadanas hasta la del dos de octubre pasado, -donde 94 policías terminaron hospitalizados y 29 civiles heridos-, debiese ser motivo de grandes preocupaciones y decisiones en Palacio Nacional.

Es evidente que existe un espíritu de provocación por parte del denominado “Bloque Negro” cuando participa en las manifestaciones ciudadanas. La preparación con que llegaron los provocadores refiere a una acción previamente planificada. Las herramientas transportadas, -según lo que refieren testigos que estuvieron en el lugar-, no exhibe improvisación y por eso pudieron destrozar cortinas de acero.

El espíritu de la conmemoración terminó siendo opacado por la irrupción de los provocadores.

Sin embargo, tolerar y minimizar las provocaciones se vuelve peligroso frente a la proximidad de un evento importante como lo es el mundial de futbol organizado por la FIFA, que durante unos días del próximo junio pondrá a México en el foco de atención mundial y a los estadios donde se realicen los partidos, en una caja de cristal, con cámaras de televisión enlazadas con transmisión global.

No es lo mismo controlar la violencia en una calle que en un estadio, donde además de la agresión directa el caos generado por el pánico de la gente que pretende abandonar de forma desordenada el lugar puede ser mortal y donde la respuesta policiaca es mínima.

Una masacre en un estadio no requiere de armas, sino de fuerza física y provocar el caos. Expertos en artes marciales es suficiente.

Por tanto, ya no son tiempos de retórica ni de tibiezas. Confundir la aplicación del orden, -utilizando los legítimos recursos del estado-, con la “represión”, ya no es aceptable.

El problema de la inseguridad ha sido la falta de decisión política, -por múltiples razones-, desde el contubernio de autoridades, o para evitar pagar costos políticos por decisiones impopulares en corto plazo, o simplemente para evitar salir de su zona de confort.

Se requiere una verdadera política de estado para resolver el problema de la inseguridad y un compromiso con la ciudadanía.

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