Luces y sombras que empañaron el triunfo; más no la democracia
Con dos votos en contra, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió este jueves mantener los resultados que dieron el triunfo a Adanely Rodríguez en la contienda por la alcaldía de Poza Rica, desechando el recurso interpuesto por Movimiento Ciudadano y Emilio Olvera.
Según el fallo, el proceso electoral celebrado en junio fue “democrático y libre de vicios sobresalientes”. Sin embargo, cuesta creer que un proceso con tantos señalamientos pueda considerarse impecable.
Me resulta alarmante —y profundamente preocupante— que hechos tan visibles como la utilización de programas sociales con fines políticos, las campañas anticipadas plagadas de lonas y propaganda, el uso discrecional de recursos federales, los procesos internos desbordados con decenas de precandidatos, el robo de estructuras electorales y la evidente falta de capacitación de los funcionarios del Organismo Público Local Electoral y del Instituto Nacional Electoral no hayan sido suficientes para encender las alarmas del Tribunal.
A ello se suman otros factores que deterioraron la confianza ciudadana: la renuncia de ediles propuestos en las planillas, el acarreo de votantes, la instalación tardía de casillas y el miedo latente por la violencia registrada en la jornada electoral. ¿Cómo hablar entonces de un proceso “libre de vicios”? La democracia no se sostiene en la forma, sino en la legitimidad del fondo.
El derecho electoral no puede seguir siendo un terreno reservado a la burocracia o al tecnicismo jurídico. Requiere de una auténtica formación ciudadana, de nuevos cuadros que comprendan que ser perros guardianes del voto no es una tarea mecánica, sino un compromiso con la justicia electoral. Urge fortalecer la instrucción y vigilancia de quienes integran estos órganos, porque solo así se podrá garantizar que en el futuro las elecciones no se validen por costumbre, sino por convicción.
La resolución del Tribunal cierra el debate y nos deja frente a un espejo incómodo: el de una democracia que aún no aprende a reconocer sus propias grietas. Felicidades Adanely, a trabajar por Poza Rica.


