COLUMNISTAS

¿Cuál es el proyecto de país que queremos?

 

Por Ricardo Homs

La vocación de cualquier gobierno es el servicio público, teniendo como centro de atención y razón de ser al ciudadano y sus necesidades y expectativas. 

Los gobiernos democráticos trabajan para ofrecer a la sociedad la mejor calidad de vida posible y para ello enfocan su actividad hacia todas las facetas que sustentan el logro de este objetivo, como son: salud, seguridad, educación, fomento de la productividad y en general todas las condiciones que permitan el desarrollo y el progreso, así como también la preservación del ambiente natural, como un compromiso con este territorio que es la casa de todos los mexicanos.

En contraste, este gobierno de la 4T ha olvidado su compromiso con la sociedad mexicana y está enfocando toda su esfuerzo y atención hacia la preservación del poder y el mantenimiento del control total y absoluto del país por los próximos años, como lo hacen todas las dictaduras. 

Por ello el eje de la atención presidencial está orientado al tema electoral y político. Los ciudadanos y las instituciones de la sociedad organizada, -incluyendo a los medios de comunicación-, son un estorbo y por ello son calificados como adversarios que pretenden mantener sus propios privilegios, alcanzados a partir del modelo neoliberal. Así, -con esta narrativa-, se pretende la manipulación de las conciencias a partir de la confrontación entre los sectores de la sociedad.

Los programas sociales que apoyan con cheques y pensiones a la ciudadanía, no llevan la vocación de impulsar la calidad de vida de los beneficiarios, sino mantener una reserva electoral a favor de Morena.

Quizá por eso quizá el presidente ha volcado su atención hacia sus nuevos amigos, como son Cuba, Venezuela y Nicaragua, -como los más significativos-,  y ha emproblemado la relación con nuestro vecino y socio comercial más importante, -Estados Unidos-, incluso ignorando a nuestro otro socio en la región, -que es Canadá-, para quien no ha habido siquiera respuesta a sus legítimos cuestionamientos, referentes al acuerdo que también firmamos con ellos: el T-Mec. Una descortesía diplomática imperdonable.

 Toda la narrativa presidencial manifestada en las “mañaneras” está enfocada a la competencia por los espacios de poder… no hay otra preocupación. Pareciera ser que no existe la violencia mortal que padece la ciudadanía, así como problemáticas de salud que impiden mantener sanos a los sectores de bajos recursos, -que hoy viven supeditados a los cheques gubernamentales-, así como un retroceso educativo y económico, entre otros graves daños derivados del desinterés gubernamental.

Este gobierno se ha olvidado, -en su afán por focalizar sus recursos en garantizar la conclusión de las tres “obras capricho”-, que se debe dar mantenimiento a la infraestructura física de todos los activos de la nación. Para muestra solo basta con observar el deplorable estado en que se encuentran los módulos de atención al cliente de CFE, donde es frecuente que se caiga el sistema y dejen de dar servicio los cajeros automáticos que utiliza el ciudadano para pagar su consumo de energía eléctrica familiar. Por lo menos en provincia, es frecuente encontrar que de cada tres cajeros, sólo uno ofrece todas las funciones operativas.

Y de los apagones que cada vez son más frecuentes, ni hablar. El tema es la falta de mantenimiento regular por falta de presupuesto. 

De esta forma vemos que todas las dependencias gubernamentales han visto disminuir su presupuesto de operación y mantenimiento para cumplir con la instrucción presidencial de la austeridad republicana, -primeramente-, y de la pobreza franciscana hoy, mientras ese dinero ahorrado es canalizado en abundancia a mantener el derroche en las tres obras capricho que aún no terminan de construirse y ya han rebasado con creces el presupuesto original, en un esquema de corrupción originado por la nueva práctica de asignaciones directas de obras, que intentan blindarse con opacidad. ¿Y la pobreza franciscana?

El colmo de la burla fue la inauguración de la refinería de Dos Bocas cuando aún no produce ni un litro de combustible, ni lo hará en los próximos años.

Muy representativo ha sido el caso de Conacyt.  Su directora general, -María Elena Álvarez Buylla-, ha reconocido ante diputados y senadores que de los 109 fideicomisos que Conacyt administraba, -de los cuales 44 eran para investigación científica y desarrollo tecnológico-, tomó parte del dinero para entregarlo a las obras prioritarias de su jefe, que no son las que México necesita.

 Conacyt nació para apoyar el desarrollo de las ciencias y de la tecnología y su nombre así lo dice. 

Al desaparecer esos fideicomisos para transferir ese dinero a las tres obras del presidente, se cerraron las posibilidades de realizar proyectos de investigación y coinversiones científicas, que se venían realizando con el Banco Mundial, las agencias de cooperación internacional y universidades extranjeras.

Se calcula que del total de 45 mil millones de pesos que tenían esos fideicomisos, casi 22 mil se entregaron a la federación para aplicarlos en los proyectos del presidente.  ¿Y el futuro tecnológico de México?

Conacyt nació para fomentar la ciencia y tecnología. Sin embargo, hoy es un aparato burocrático que pretende tomar el control de centros educativos estratégicos para el proyecto ideológico del presidente.  

El asalto al CIDE, -una gran institución dedicada a la formación de humanistas que cumplan con el objetivo de ayudar a crear un modelo social justo y equitativo para todos los mexicanos, a través de enriquecer a nuestras instituciones-, fue planeado y operado desde Conacyt, para imponer a un director general, -que es José Antonio Romero Tellaeche-, que no cumplió con los protocolos que nacen de la misma comunidad académica para designar a sus autoridades y desde su nombramiento asumió un rol represivo para expulsar de la institución a funcionarios que tenían larga trayectoria y son respetados por alumnos y maestros. De esta forma generó las vacantes para colocar a sus amigos.

Seguramente el objetivo de este abuso de poder es convertir al CIDE en un centro de formación de ideólogos que manipulen las expectativas ciudadanas a favor de la permanencia en el poder de la 4T. 

Pretendiendo entender lo que hoy vive México, -con una violencia desenfrenada que agrede la vida de los ciudadanos-, la pérdida de un número creciente de territorio, -que queda bajo el control absoluto del crimen organizado-, el deterioro del estado de derecho y graves deficiencias operativas en sectores estratégicos como el de la salud, economía  y educación, -para citar sólo algunos-, sólo se entiende a partir de comprender que la atención total de este gobierno está centrada, -no en servir a México-, sino en su objetivo prioritario de no perder el control político que obtuvieron a partir de las elecciones del 2018, con el fin de ya no cederlo en alternancia democrática a ningún otro proyecto de país que no sea el diseñado por la 4T, siguiendo los postulados ideológicos del Foro de Sao Paulo.

Con lo anterior, los ciudadanos perdemos el derecho natural de decidir libremente cual es el modelo de país que queremos dejar a las nuevas generaciones.

 

 

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