Ataque en Pakistán
Por Jessica Woolrich
Pakistán es una nación que constantemente parece estar en medio de la polémica, ya sea por los problemas políticos o sociales, que desencadenan un nivel de inseguridad preocupante, lo que incluso provoca que en el Índice de Paz Global, con el que se busca medir el nivel de inseguridad por naciones, dicho país suele estar en los últimos lugares, incluso en el 2022 se situó en el puesto 147 de 163 que se califican, razón por la cuál, desafortunadamente no es poco normal escuchar de sucesos violentos cometidos principalmente por los grupos radicales que allí se asientan, sin embargo lo ocurrido el domingo 30 ha impactado a la comunidad internacional por la magnitud del suceso.
Y es que mientras se llevaba a cabo una convención política organizada por el partido Jamiat Ulema Islam, en donde se reunieron más de 500 miembros del mismo, una bomba estalló arrebatándole la vida a 40 personas y dejando heridas a 150 más, muchos de los cuales se encuentran en estado crítico, por lo que la cifra de víctimas mortales podría aumentar en las próximas horas o días.
Hasta el momento ningún grupo se ha atribuido la autoría del atentado, pero muchos creen que alguno de los grupos radicales que allá se ubican, no tardarán en hacer alarde de ello, porque en aquel país es común que los criminales se pongan bajo los reflectores, como una forma de demostrar que se sienten orgullosos de lo realizado y también que no tienen miedo a las represalias, porque desafortunadamente la impunidad es parte del día a día de un país que se ha acostumbrado a vivir en la zozobra, con el conocimiento de que su destino puede cambiar radicalmente de un momento a otro, debido a las decisiones de aquellos que creen que el único camino es la violencia, y la única realidad, la suya.
Aún cuando el atentado ha sido severo, muchos analistas consideran que no generará cambios importantes en el día a día, y probablemente los criminales no se encaren con la justicia, y así nuevamente un hecho tan terrible se convertirá únicamente en una cifra para la historia, más no en un parteaguas para el tan necesario cambio que urge en un país que sigue sin encontrar el rumbo donde los diferentes grupos puedan convivir de manera pacífica, y donde los ciudadanos comprendan que para construir un país diferente no se requiere de la eliminación de los unos o de los otros, sino de la tolerancia y el aprendizaje, porque como bien señaló Napoleón Bonaparte: “Aquel que no conoce la historia, está condenado a repetirla”.