COLUMNISTAS

Impotencia o impugnación

La oposición critica todo acto, declaración o gesto de los triunfadores como una muestra de que merecía perder

Por Ángel Álvaro Peña

Cuando la indignación de la candidata de la oposición se mostró con toda la exaltación de quien se ve extraviada en su propio mundo, porque se dijo que las elecciones sólo eran un trámite para dar el triunfo a Claudia Sheinbaum, no esperaban que hubiera más “adelantos” de este tipo. Situaciones que adoptan como una afrenta dadas las enormes diferencias en el número de votos.

Así como las elecciones eran sólo un trámite para reconocer a Claudia Sheinbaum como la próxima Presenta de México, así también debieron darse cuenta que la derrota tiene culpables y que la carencia de un análisis a la autocrítica debía ser inmediata a la derrota, pero para seguir haciendo de la política un mercado de chismes, los cuestionamientos continúan.

La derrota fue total, exterminó a tres partidos de un solo golpe y el otro, el sobreviviente de la masacre tiene serios problemas para legitimar el triunfo en uno de sus bastiones: Jalisco.

La más indignada por las acciones supuestamente adelantadas de los triunfadores de Morena es la ex candidata, a quien parece tener una crítica para cada acto, cada gesto, cada palabra de la Presidenta electa.

Lamer las heridas con triunfos nimios como decir que Xóchitl tuvo más votos de Ricardo Anaya no es ningún logro. Esta vez eran tres partidos los que la apoyaban, mientras que Anaya iba solo por la Presidencia. Al contrario, debería darle vergüenza captar sólo unos cuántos votos más que su antecesor.

Las declaraciones de Xóchitl Gálvez, tan innumerables como innecesarias, dan cuenta de otras derrotas y otros derrotados, porque ella quiere revivir esa debacle de la derecha en sus declaraciones.

Porque sin duda hubo otros perdedores que no se atreven a declarar públicamente su derrota como el voto comprado. Si se hubieran acatado las reglas del voto comprado o del carrusel, la diferencia no hubiera sido tan grande. Debemos celebrar también la muerte del fraude electoral, pero lamentablemente los intentos de concretarlo continúan precisamente en la oposición. La prueba está en Jalisco, donde MC, escindió, quemó o tiró a la basura y secuestró bolsas de basura con boletas marcadas a favor de Morena. Hay decenas de videos que así lo confirman.

La derrota obligó varios gremios a sucumbir, aunque haya algunos que no aceptan su derrota y con la inmadurez que les caracteriza, culpan a otros de sus propios errores. Lo cierto es que no hubo oposición en cinco años, ni partidos de oposición con posturas sólidas ni propuestas lógicas. Para qué hablar de sus candidatos y candidatas.

Así, en esta indignación que muestran los perdedores, estivo en el centro del debate la designación de Claudia Sheinbaum de los primeros seis integrantes de su gabinete. En lugar de callar, que sería lo más correcto, quisieron opinar sobre personas que ni conocen porque de política nada sabe todavía la actual oposición. Sin embargo, la crítica principal a la presidenta electa fue que ella no podía designar a nadie mientras no tuviera la Constancia de Mayoría que entrega en este caso especial el Tribunal de Poder Judicial Electoral de la Federación.

La realidad siempre les ha quedado grande a algunos, y prueba de ello es su total derrota de la que pueden no levantarse a juzgar por el letargo en el que siguen moviéndose luego de casi un mes de saberse perdedores.

Pero después sucedió algo en lo que debieron tener conciencia del momento histórico en el que viven, pero como el amor a la Patria y el conocimiento de la historia no se les da ni por aproximación, lo único que les surgió de la herida además de pus, fue la crítica sin sentido.

El vicealmirante Raymundo Pedro Morales, Director del Corredor Interoceánico Istmo de Tehuantepec denominó a la Presidenta electa “futura Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas”, lo cual provocó la ira de la oposición al decir que todavía no era oficial su designación como primera mandataria de México. Mientras la simple frase nueva debiera conmover a los mexicanos, principalmente a las mujeres, fue precisamente una mujer la primera en cuestionar esta denominación del vicealmirante.

El desprecio que la derecha ha demostrado ancestralmente por la decisión del pueblo se muestra una vez más de manera muy clara. Porque la voluntad de casi 36 millones de mexicanos para ellos no importa, lo trascendente es el requisito burocrático de una constancia que avale lo que el pueblo decidió. Pero el papel en México suele tener destinos inciertos todos los días. Lo que importa en estos casos es la sagrada voluntad popular.

La indignación pudiera tener validez si hubiera una impugnación que pudiera remontar el triunfo, a pesar de la gran diferencia en el número de votos; no la hay. Anteriormente el fraude electoral se denunciaba con las pruebas en la mano; es decir, primero se conocía con precisión, el lugar y hasta el nombre de los culpables y la hora en que se había perpetrado, ahora dicen que hay fraude pero no supieron dónde, a qué hora, quién lo cometió, ni cómo ni cuándo.

Para los conservadores derrotados el momento histórico que viven carece de importancia si sus integrantes no son los protagonistas. La historia es la que ellos escriben, plasman en los libros de texto y adoctrinan a los ingenuos con sus mentiras. Mientras no sean ellos los que ganen no hay democracia, mientras pierdan habrá delitos electorales.

Para esa derecha, proclive a la corrupción, cualquier delincuente común infiltrado en los tres niveles de gobierno, acusados de corrupción, son perseguidos políticos y su expulsión de la política es a causa del autoritarismo y no de su ignorancia al respecto.

La guerra sucia de la derecha sigue a pesar de la derrota, en lugar de hacer un examen de conciencia un acto público de autocrítica, un análisis de sus errores, culpan de su actual situación a otros, cuando son ellos mismos los responsables.

Desde el inicio del sexenio los insultos y las críticas sistemáticas contra todo aquel que pertenezca al gobierno o al partido en el poder, ha sido la práctica opositora cotidiana. No hay ideas flotando en el aire ni propuestas que pudieran identificar que hay pensamiento político o, por lo menos, pensamiento.

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